CAPÍTULO 11

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Ana caminó hasta su habitación. Entró y se dejó caer pesadamente en su cama. Se le partía la cabeza de tanto llorar por Carlos. ¿Por qué él era así con ella? ¿Por qué pretendía que ella pusiera todo en aquella relación, mientras él no hacía más que reprochar? Respiró profundamente y se quedó con la mirada fija en el techo.

—No me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea.

Recordó sus propias palabras. Eso no era así. Claro que había cosas que le interesaban en ese campo. Ella había crecido allí, había sido muy feliz allí.

Se puso de pie, no iba a dejar que su novio le arruinara las hermosas vacaciones que tenía pensado pasar. Tenía muchas cosas por ver aún.

Se asomó al balcón y la vio. Llevaba un par de bolsas en ambas manos y caminaba hacia el establo. Su corazón latió con fuerza. Por ahí podía pedirla que la acompañara.

—¡Mimi! —la llamó.

Ella detuvo sus pasos y apoyó las bolsas en el suelo. Giró la cabeza y levantó la vista para encontrarla parada en el balcón de su habitación. Un nudo se le formó en el estomago. Solo atinó a hacerle un movimiento de cabeza en forma de saludo. Pero en realidad no quería estar allí, quería mantener su cabeza en otro lugar. Tomó las bolsas con más firmeza y volvió a caminar.

Ana miró extrañada cómo se alejaba, y sin dudarlo entró a su habitación. Algo tenía que haber pasado para que la ignorara de aquella manera. Salió de su habitación y bajó para luego salir de la casa. No entendía muy bien por qué se sentía así de afectada con respecto a Mimi, pero no le había gustado nada la forma en la que la había mirado.

Llegó al establo y entró sin dudarlo. Allí estaba, dándole de comer a un par de caballos.

Mimi giró la cabeza y se sorprendió de verla allí.

—¿Necesita algo, señorita? —se atrevió a preguntarle.

—Si —asintió ella —Necesito saber qué te sucede.

La rubia volvió la vista al caballo y lo palmeó levemente mientras le terminaba de colocar el bozal para que comiera por si solo. Volvió la vista a Ana.

—No sé a qué se refiere.

Caminó hacia el segundo caballo, cargó su bozal y comenzó a colocárselo.

—Claro que te sucede algo, Mimi —dijo ella —Pasamos un momento muy divertido hace un rato. Y ahora estás... no lo sé.

Mimi la miró sobre su hombro.

—No creo que le interese, señorita. Aquí no hay nada que le interese.

Volvió a prestarle atención a lo que estaba haciendo.

Ella se quedó quieta en su lugar, procesando las palabras que acababa de decirle. ¿Acaso había escuchado la conversación que ella había tenido con Carlos?

—Mimi —la llamó. No la miró — Miriam Doblas, mírame.

Mimi tensó la mandíbula. Solo ella la llamaba así. Y que lo hiciera de nuevo, en aquel momento, la hacía sentir enfadada. ¿Con qué derecho se atrevía a hurgar en sus recuerdos, en sus emociones? Ana se había olvidado de todo. ¿Por qué iba a importarle ahora?

Ana resopló y caminó hasta ella. La cogió del brazo, haciendo que se girara para enfrentarla.

—Estoy trabajando, señorita. Si no le molesta puede irse.

Ella la miró ofendida.

—¡Claro que me molesta! —exclamó —No quiero que me trates como a una extraña.

Olvídame// WarmiTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon