CAPÍTULO 21

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Cada parte su cuerpo se quejaba. Se sentía tan cansada. Pero extrañamente se sentía bien. Bastante bien. No tenía ganas de abrir los ojos. Pero sabía, o algo le decía, que no estaba en la cama de su habitación. Su cama no era así de cómoda y no tenía aquel agradable perfume. Respiró profundamente, y entonces abrió los ojos.

Se sentó rápidamente en la cama al observar en qué habitación estaba. ¿Cómo demonios había ido a parar al cuarto de Ana? Miró a su alrededor buscándola. Al parecer ella no estaba allí. Se destapó y se puso de pie. Un leve dolor de cabeza la invadió así que se volvió a sentar. Lo último que recordaba era que estaba en el coche del señor Guerra, con la cabeza apoyada en las piernas de Ana. Pero después de eso su mente estaba completamente en blanco.

Miró la venda que cubría su hombro derecho y siseó un poco cuando la apretó ligeramente.

La puerta del cuarto se abrió y ella ingresó con una bandeja. La sonrió al verla despierta. Mimi frunció el ceño levemente.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó amable mientras se acercaba a ella y apoyaba la bandeja con el desayuno sobre la mesita de noche.

—Bi... bien —logró decir —Algo confundida.

—¿Algo confundida? —inquirió ella divertida.

Tenía ganas de acercarse a Mimi y besarla, pero se aguantó las ganas. Quería que fuera ella la que lo hiciera. Se había despertado hacía una hora y al verla dormir tan tranquila había decidido ir a prepararle el desayuno y avisar a Inma en dónde estaba su hija.

—Si —dijo Mimi y se rascó la nuca —Verás, no tengo ni la menor idea de cómo es que estoy en tu habitación.

Ana la miró bien y dejó la tostada que había agarrado de nuevo en el plato.

—¿Qué? —preguntó. Mimi volvió a rascarse la nuca.

—Lo último que recuerdo es que estábamos en un coche, viniendo hacia aquí. Después de eso mi mente parece estar vacía.

Ella procesó cada palabra que Mimi acababa de decir. ¿No recordaba nada? ¿NADA? Se sintió terriblemente decepcionada. Pero entonces recordó que había ido a verla cuando volaba de fiebre. Simplemente estaba delirando. Miró hacia la bandeja sintiéndose una completa idiota. ¿Y ahora que iba a hacer? ¿Decirle que la había ido a buscar a su cuarto, le había dicho cuánto la había hecho sufrir y luego la había besado de aquella manera tan tierna? No, simplemente no podía.

—Bien —habló y volvió a mirarla —¿Vas a desayunar?

Mimi la miró fijamente. Había algo raro en ella. De repente había cambiado su aura. Su linda sonrisa había desaparecido y parecía preocupada.

—¿Cómo llegué aquí, Ana? —quiso saber. Pudo notar el repentino nerviosismo en ella.

—Yo...dije que te trajeran aquí porque era más cómodo para tu hombro y esas cosas...

—Ah, ¿si?

—Sisisisi —dijo rápidamente y tomó una tostada para llenarla de mantequilla y dársela. Mimi la tomó y le dio un pequeño mordisco —Ya estás mejor, ¿verdad?

—Al parecer si —le sonrió —Me duele un poco el maldito hombro.

Ella la miró con ternura.

—De verdad muchas gracias por haberme protegido, Mimi...

—Para eso estoy, banana —le aseguró. Ella sonrió con los labios sellados.

Entonces Mimi se encontró levantando la mano y acariciando su mejilla. Recordó que antes de que la maldita serpiente la mordiera iba a besarla. ¿Se hubiese atrevido a hacerlo realmente? Estaba segura de que si. Pero entonces tuvo la sensación de que había algo raro entre ellas. No podía explicarlo, no entendía.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now