CAPÍTULO 32

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Ana terminó de sacar la última maleta que le quedaba. El chófer la cogió y la metió en el maletero del coche que iba a llevarla a ella y a Ricky a coger el avión que salía dentro de dos horas de allí. Soltó un suspiro y miró hacia la casa que estaba detrás de ella. Su mejor amigo salía de allí con todos sus bolsos y cosas. Ella sonrió levemente y se acercó a para ayudarlo.


—¿Por qué te niegas a decirme que pasó? —le preguntó él y la dejó ayudarlo.


—Ya te dije que no pasó nada, Ricky...


—Mentira —sentenció él —Llegaste llorando y te encerraste en tu cuarto a hacerlas maletas.


—Solo las cosas no van a suceder como yo lo creí... 

—¿La vas a dejar aquí? —preguntó.

—No puedo obligarla a ir conmigo. Este es su lugar y lo entiendo.


—Debería ir a patearle el trasero... —ella sonrió y llegaron hasta el coche. El chofer terminó de acomodar las cosas. Antonio salió de la casa con Inma del brazo.


—¿Están listos? —les preguntó.


Ana respiró profundamente y asintió. Su padre se acercó a ella y le dio los billetes y varias carpetas con negocios y esas cosas. El cielo relampagueó y ellos miraron hacia arriba. Ya comenzaba a lloviznar.


—Vamonos —informó el chófer —Antes de que los caminos se llenen de barro y lleguemos más tarde de lo que tenemos que llegar.


El chofer se subió al coche y encendió el mismo. Ricky se acercó a Inma para abrazarla cariñosamente.


—Te voy a extrañar muchísimo, Inma, eres un encanto de mujer. Y yo mismo me voy a encargar de mandar a hacerte el mejor vestido de novia del mundo.


Inma sonrió con los ojos vidriosos.


—Muchas gracias, Ricky. Me alegro mucho de haberte conocido. Más te vale que estés aquí para la boda.


—¡No me la pierdo ni loca! —exclamó y rieron por lo bajo. Se alejó de ella y abrazó a Antonio.


—Cuida bien a mi princesa —le indicó.


—Siempre, Antonio, ¿con quien crees que estás hablando? — preguntó divertido. Se despidió de ellos con la mano y se subió al coche.


Ana se acercó a la pareja y les dedicó una pequeña sonrisa. Inma miró a Antonio y él también la miró a ella, para luego volver la mirada a su hija.


—Dale tiempo... —le dijo Inma —Está asustada.


Ana apartó la mirada de ella y sintió que el nudo en su pecho se hacía más grande. En ese momento Mimi era lo que ella más necesitaba... y ella simplemente la dejaba caer.


—Nos veremos en un par de meses, Inma —le sonrió y la miró —Cuida mucho a mi papito lindo, sé que lo dejo en un muy buenas manos.


—Claro que si —dijo ella y se acercó a abrazarla. Ana cerró los ojos y dejó que aquel abrazo la llenara. Inma era una mujer que le trasmitía seguridad —Ella te quiere, Ana, muchísimo, jamás dudes eso —le susurró al oído —Pero solo teme no poder darte lo que ella cree que necesitas.


—Yo solo la necesito a ella—murmuró ella.


—Lo sé, lo sé —asintió Inma y le acarició el cabello.


El chófer tocó el claxon, avisándole a Ana que se apresurara, ya que la lluvia comenzaba a caer con más fuerza. La chica se alejó de Inma y abrazó a su padre.


—Te llamaré cuando lleguemos —le dijo.


—Está bien, mi cielo. No sabes como te agradezco que estés haciendo todo esto por mí. Te quiero.


—Y yo a ti, papi —asintió.


Él besó su frente. En ese momento Roi salió de la casa. Ana le dedicó una pequeña sonrisa.


—Adiós, señorita Ana —le dijo él —Muchas gracias por todo lo que ha hecho por nosotros.


—Adiós, Roi.


Suspiró y salió de debajo del pequeño techo que los resguardaba de la lluvia para acercarse a la camioneta. La lluvia empapó un poco su rostro y cabello. Estaba por subir cuando escuchó el relinche de un caballo a lo lejos. Giró la cabeza hacia el sonido y allí las vio a ambas. Mimi y Corchea la miraban desde la distancia.


—Estaré bien —musitó ella, creyendo que ella podía leer sus labios. Pero en realidad no lo estaría. Claro que no.


Mimi vio como ella se subía al coche y cerraba la puerta. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, empapándola aun más. Corchea se movió algo nerviosa, pero ella la calmó.
El coche arrancó y con ello la desesperación de Mimi. Ahí se iba de nuevo el amor de su vida. La dejaba. La veía alejarse, la perdía esa noche. No lo entendía, no entendía por qué simplemente no podía agarrar e irse con ella. No entendía por qué no podía mantenerla a su lado. Golpeó a Corchea a un costado y el caballo salió a toda velocidad por el medio de un camino de árboles que daba justo al costado del camino por el cual el coche iba pasando.

Logró alcanzar la velocidad del vehículo. Pero no podía ver a Ana, ya que los vidrios eran tintados. Y entonces el coche aceleró, la lluvia se hizo más intensa. Corchea se detuvo y ella y todas sus esperanzas desaparecieron bajo el temporal.


Otra vez se sentía como una niña de 13 años, a la que le arrebataron una parte de su corazón.
Entonces las primeras lágrimas cayeron por sus empapadas mejillas. La había perdido de nuevo, solo que ahora ella tenía toda la culpa.

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¿Qué creéis que pasará? Hagan sus apuestas.

(-2)

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now