CAPÍTULO 25

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Llegaron corriendo al despacho de Antonio e ingresaron para encontrar que Inma estaba arrodillada al lado de él y lo sostenía contra su pecho. Levantó la vista para mirarlos y vieron las lágrimas que corrían por sus mejillas. El corazón de Ana dejo de latir. Su padre no podía estar muerto, claro que no.

—¡Llamen al doctor Marcos! —exclamó Mimi y Ricky se acercó hasta ellos para alzar a Antonio en brazos.


Con una facilidad que sorprendió a Ana salió de allí y comenzó a subir las escaleras, como si su padre no pesara nada. Ella simplemente no podía reaccionar, estaba totalmente ida.

—¿Qué estas esperando? —le preguntó Mimi —¡Sube con ellos!

Asintió tontamente y subió corriendo detrás de los pasos de Ricky. Llegó a la habitación de su padre y vio como lo acomodaba sobre la cama. Se acercó hasta ellos.

—Papá —lo llamó y se arrodilló a su lado —Por favor, papito, despierta.

Antonio no reaccionó. Entonces los ojos de Ana soltaron las lágrimas que había estado acumulando durante todo el camino. Su padre lo era todo para ella. Y si él se iba ella ella no iba a soportarlo.

—Tranquila, Ana —le dijo Mimi y acarició su hombro. Ella siguió con la mirada fija en su padre.

—Me muero si le pasa algo —dijo con la voz quebrada.

Mimi se arrodilló a su lado, la tomó del rostro y la acercó a ella para acurrucarla contra su pecho. Ella se echó a llorar a conciencia y se apretó más contra la rubia.

—Nada va a pasarle, te lo prometo.

Alguien entró al cuarto. Era Inma. Ellos la miraron y se pusieron de pie. Ella se acercó hasta la cama y se sentó al lado de Antonio . Estaba pálida y el cuerpo le temblaba.

—Ya viene el médico —dijo apenas audible.

—Mamá, todo va a estar bien – la calmó Mimi.

Ella simplemente asintió y miró a Antonio. Había ido a buscarlo a su despacho para decirle que si, que se quería casar con él y compartir el resto de los años que le quedaban juntos. Y lo había encontrado tirado en el suelo, inmóvil, con los ojos cerrados. Su mundo se había venido abajo. Ella simplemente iba a morir si al amor de su vida le pasaba algo. Él creía que ella ya no lo amaba, cosa que no era cierta. Lo miró y levantó su mano para acariciar su rostro. Siempre iba a amarlo, no importaba el daño, el dolor, los años. Antonio Guerra era la otra mitad de su alma.
Ricky volvió a entrar al cuarto, todos se giraron a verlo.

—Llegó el doctor —avisó.

Ana salió rápidamente de la habitación y vio al hombre bastante mayor que terminaba de subir con algo de dificultad las escaleras. Tardó un poco en reconocerlo, pero lo hizo. Ese era el doctor que los atendía a ellos cuando ella aun vivía allí. Por Dios ese hombre todavía estaba vivo... debía tener como más de 100 años.

Sacudió la cabeza y se acercó hasta él.

—Por aquí está mi padre, doctor —le indicó. El hombre la miró sobre sus anteojos y asintió con la cabeza. La siguió en silencio en ingresó al cuarto. Ana iba a entrar, pero él la detuvo.

—Necesito estar solo —le dijo con voz rasposa. Ella asintió. Y se quedó parada en la puerta. Apoyó la frente contra esta, y suspiró.

—Ven, Inma —dijo Ricky —Vamos abajo, voy a hacerte un té de tilo así te calmas un poco. Antonio va a estar bien.

—Vamos, vamos —susurró ella.

Mimi vio como ellos dos desaparecían por las escaleras. Giró y observó a Ana apoyada contra la puerta, dándole la espalda. Se le encogió el corazón. Saber que ella estaba mal la angustiaba. Se acercó un poco.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now