CAPÍTULO 31

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Mimi salió del baño luego de haberse dado una merecida ducha. Realmente estaba agotada y lo que necesitaba era tirarse a dormir, por lo menos una hora. Miró la hora en el reloj de pared y marcaban las dos de la tarde. ¡Que rápido que pasaba la hora!

Luego de haber dejado a Ana en la puerta de la casa, se había dirigido a las caballerizas, había acomodado a Corchea y se había puesto a trabajar un poco con un par de sus compañeros. Luego su estómago había gruñido del hambre y decidió dejar sus tareas para otro momento. Su cuerpo estaba pidiendo a gritos parar por un par de horas.

Se dejó caer en la cama, luego de ponerse una camisa larga, cómoda para dormir. Colocó los brazos detrás de su cabeza y miró fijamente al techo. Enseguida ella llegó a su mente.

En ningún momento Ana había salido de sus pensamientos. Constantemente recordaba cada beso y caricia compartida y se estremecía como una niña. Sonrió divertida. Ella tuvo razón en decirle que iba a pasar todo el día pensando en lo que pudieron haber hecho si se quedaban.

Dos suaves golpes llegaron a la puerta. Ella se incorporó y dio el permiso para que entraran. Ana se asomó y ella sonrió abiertamente.

—Estaba pensando en ti... —le confesó.

Ella sonrió tímidamente e ingresó del todo. Cerró la puerta con cuidado y se acercó lentamente a la cama. Se iba a sentar en la silla que allí estaba, pero Mimi fue rápida y la tomó de la cintura para sentarla sobre su regazo. Pudo notar que había algo raro en ella, ya que su expresión era algo seria.

—¿Estabas por dormir? —le preguntó ella dulcemente y le acarició el rostro, para luego acomodar un poco su pelo.

—Solo estaba descansando el cuerpo —respondió ella. Ana evitaba sus ojos. Miraba su boca, su nariz, su frente... pero no sus ojos —¿Qué sucede?

—Tengo que decirte algo.

—¿Qué cosa? —inquirió algo preocupada.

Ella sonrió y entonces le plantó un largo besó en los labios. Era un beso simple, sin necesidad, pero con amor. Separó sus bocas y volvió a jugar con su pelo.
Pero ella no se conformó. Le tomó el rostro con una mano y la posicionó a su comodidad, para luego capturar su boca y besarla a gusto. Ana suspiró y le rodeó el cuello con ambos brazos, acercándola a ella hasta casi ahogarlas a ambas.
Cuando se alejaron, ambas luchaban por encontrar un poco de aire que llenara sus pulmones. Mimi le acarició el cuello, subió hasta sus mejillas y tocó sus labios húmedos.

—Mimita...

—No quiero escuchar si es algo malo.

—Pero igual no es algo malo.

—¿Lo es? —preguntó.

—No... no lo sé.

—Entonces, de verdad, no quiero saberlo, Ana.

—Pero Mimi...

—Ana...

—Solo...

—No...

—... escúchame...

—... necesito...

—... por un segundo...

—...saberlo...

—¡Debo irme a la ciudad hoy mismo! —elevó un poco más su voz sobre la de la rubia.

Mimi se quedó mirándola fijamente. ¿Qué es lo que ella acababa de decir? No, no podía ser verdad. Sacudió la cabeza y la miró bien.

—¿Qué dijiste?

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now