CAPÍTULO 23

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Ana solo supo que en ese mismo momento quiso que la tierra se la tragara. ¿Cómo demonios se había enterado de aquello? Seguramente había sido el chismoso de Ricky. Ella iba a matarlo si descubría que había sido él.

—¿Por qué no me lo dijiste, Ana? —le preguntó.

Ella miró a su alrededor, percatándose de que estaban completamente solas en aquella sala. Simplemente ya no podía seguir haciéndose la tonta.

—No creí que fuera necesario —dijo ella volviendo la vista a la rubia. Sintió esas lindas cosquillas en el estomago —Tú estabas con fiebre ese día, no sabías lo que hacías. Además que estás con Paula, no creí que quisieras hacerle daño...

—¿Qué sentiste? —preguntó interrumpiéndola.

—¿Qué sentí? —dijo nerviosa. Mimi asintió —Mmm... yo sentí que... que... no creo que debamos hablar de esto, Mimi. Mejor me voy.

Intentó alejarse, pero entonces Mimi la detuvo, la giró hacia ella y entonces unió sus bocas.

Los ojos de Ana estaban bien abiertos a causa de la sorpresa. Sentir de nuevo los labios de Mimi sobre los suyos simplemente era una sensación sorpresiva. Desde que ella la había besado la otra noche no había hecho otra cosa que soñar con ella y ese beso. Sus ojos comenzaron a cerrarse y comenzó a responder a sus demandas.

Mimi la abrazó por la cintura y la acercó más a ella. No podía creer que simplemente la estaba besando. No sabía de dónde había sacado el valor, pero sabía que era lo correcto. Era lo correcto por cómo su corazón latía. Era correcto por las cosas que ella le hacía sentir. Era correcto por la forma en la que ella levantó los brazos y rodeó su cuello. Aquello era lo correcto. Besarla era tan hermoso, como en su supuesto sueño que en realidad no era sueño. Su boca tenía el mismo sabor que creía imaginar, era dulce y delicado. ¡Por dios! Un simple beso no podía hacerla sentir así de idiota.

Entonces Ana rompió el beso pero no se alejó, ni la soltó. Mimi abrió los ojos para mirarla. Ella aun los tenía cerrados.

—Esto no está bien, Mimi —musitó agitada.

—Lo sé—asintió —Una simple peón que siente cosas por la hija del jefe y que solo piensa en besarla todo el día, no está nada bien.

Entonces Ana la miró. ¿Acaso creía que eso era lo que no estaba bien? ¿Cuándo iba a entender que eso a ella no le importaba ni en lo más mínimo? Mimi era la mujer más maravillosa del mundo. No importaba si era una peón y ella la hija del jefe. Eran personas, iguales, humanas. Sentían y al parecer lo mismo.

—Eres una idiota, Mimi —le aseguró y entonces la besó de nuevo.

Esta vez el beso se volvió más apasionado.

Simplemente no podían evitar sentirse desesperadas la una por la otra.

Mimi casi gruñó cuando ella mordió levemente su labio inferior. Entonces sus lenguas se encontraron.
Ana se aferró a ella necesitada de más y de un poco de aire. Pero simplemente no podía soltarla.

Mimi separó sus bocas y miró agitada a su alrededor.

—Estamos en un lugar muy visible.

—Lo sé —asintió ella. La besó cortamente. Mimi rió embobada. Ella copió su acción.

—No puedo creer que esto este pasando —murmuró divertida.

—Eres una idiota por creer que a mi me importa que seas la cuidadora del campo de mi padre. Eres mucho más que eso para mí.

Olvídame// WarmiWhere stories live. Discover now