Noches Largas

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Me eché hacia atrás en el sofá, estúpido sofá...desde la otra mañana en que Tom y yo tuvimos relaciones allí yo ya no podía sentirme en calma estando ahí sentada.

En realidad había pocos sitios en donde me podía sentir en calma en aquella casa. A veces parecía irracional pero era que sencillamente seguíamos en esa bonita etapa de cada relación en la que no había cosas malas, para mí, se había prolongado pero todo iba bien allí. "No problem! " dirían los jamaicanos.

Pero sí había problema y ese era mi carrera, estaba estancada, hacia semanas que no tenía respuesta de ninguno de los sitios para los que habia aplicado.


- ¿Qué pasa Anna? - De nuevo, la voz de Tom pronunciaba mi nombre, aquello sonaba bonito y no simplón cuando era él quién lo decía.


De pequeña nunca me había gustado mi nombre. "Simplón ", me decía a mí misma, pero a mamá le encantaba y papá decía que sonaba mono.

Me peiné el cabello hacia atrás y alcé la vista un segundo. Tom ya estaba vestido con sus jeans y una camiseta blanca de cuello redondo que caía hacia su pecho resultando la tela demasiado holgada, sobre ella llevaba una camisa azul claro.

- Nadie me quiere contratar, Tom. - Por un momento me pregunté si a él también le gustaba como sonaba cuando yo decía su nombre. - ¿Qué tal que Fred usa sus contactos para evitar que me contraten? Nunca volveré a trabajar en Vegas, ¡Dios! No volveré a hacer nada bueno tampoco en California, tendré que volver a Texas o a Arizona...

Tom suspiró y agachó la cabeza, estaba recargando la espalda en una pared opuesta mientras yo perdía un poco la cordura desde el sofá, bajé la vista y evité verlo más, me sentía frustrada y aquello me hacía sentir las lágrimas aflorar, en suma me avergonzada ponerme así frente a él.

Vi sus pies frente a mí, me sentí a morir al darme cuenta de que de seguro le estaba arruinando el día de la pelea, su día.

Las manos de Tom fueron a mi cabeza, paso sus dedos con suavidad entre mi cabello y lo escuché sonreír cuando habló.

- Anna no seas paranoica, ese tipo lleva las de perder. - Cerró la portátil que estaba sobre mis piernas, la cogió y la puso sobre la mesita. Se agachó a mi nivel y me sonrió, - yo mismo le partiría la cara otra vez si se atreve a verte chistoso. A verte, punto. - Las manos de Tom estaban a ambos lados de mi cabeza, detrás de mis orejas, sus pulgares estaban acariciando mis mejillas y sus codos descanzaban sobre mis rodillas, - ya encontraras algo.

- Sí, tienes razón...yo lo sé... gracias, lo sé... - farfullé. Dejé de rehusarme a mirarlo a los ojos, es que además eran unos ojos color café que me ponían en las nubes. Tom sonreía.

- Ahora dame una sonrisa, la del millón de dólares. - Bufé y me dio risa. Le sonreí mostrando los dientes y él asintió. Apuntó con un dedo hacia mi rostro. - Justamente. Te debo un millón.

Me reí.

- Me conformo con una BigMc. - A Tom eso le causo gracia.

- Que suerte, ¡mi novia no es de las que arrasa con las tarjetas de crédito!

- No, es peor: es de las que quieren una maldita hamburguesa.

- Ay, Anna...

Tom me sonrió pero terminamos por ir a un restaurante donde los dueños lo conocían y le servían cualquier cosa que pidiera aunque no estuviera estipulado de ese modo en la carta.

El día anterior en la "ceremonia de pesaje" yo había estado allí viendo como su contrincante a duras penas daba el peso, era un tipo que lucía más grande que Tom pero era solo por su baja estatura. Mi chico había entrenado la tarde anterior y no había cenado ni comido nada ese día después de volver a entrenar por la mañana: dio el peso sin problemas aunque se moría de hambre.

Memorias (Tom Kaulitz Fanfiction)Where stories live. Discover now