De Piecitos y Manitas

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El fin de semana no subí, ¡pero esto les va a gustar! ¡Yo lo sé!

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Bill nos visitaba más seguido después de que supimos sobre la lesión de Tom, él no me permitía olvidarlo, así que siempre había cierto ambiente de tensión en cas cuando Bill aparecía por la puerta.

El cabello rubio de Bill estaba ya bastante largo, las raíces eran oscuras y se peinaba como si en realidad se hubiera despertado luciendo de aquel modo. Tom y yo lo recibíamos siempre con brazos abiertos aunque a mí se me dificultara abrazarlo.

- Dios, cada vez que te veo creo que no pueden crecer más esas niñas... ¡y mira! – Dijo Bill al entrar a la casa después de que Tom lo saludara.

- Bueno, estoy igual de incrédula. – Le respondí. – Pero el médico asegura que las dos están bastante pequeñas.

- ¿Has visto el tamaño de la ropa que se supone les pondremos? – Tom dijo, rascando la cabeza de Olly, que se embarraba contra la pierna de Tom en busca de atención.

- Debe ser diminuta. – Respondió el rubio y asentí. - Voy a presentarme en un programa de aquí mañana por la mañana. – Nos contó Bill. – Pensé que tal vez quieran venir conmigo.

Le sonreí a Bill pero Tom fue quién respondió.

- Anna no duerme mucho últimamente, pero yo estaré ahí. – Dijo.

Bill asintió y me miró.

- Lo entiendo. – Me dijo.

- Intentaré ir. – Le respondí. – Tom es un dramático de primera. – Le dije.

Bill se rio y después de mostrarle como había quedado la habitación de las niñas después de un pequeño reacomodo fuimos a comer.

En la tarde Bill se fue, había decidido quedarse en un hotel, Tom le había insistido en que era ridículo, pero Bill le había respondido que lo ridículo sería que mientras nosotros estábamos aun con los planes de llevar a las bebas a casa él estuviera estorbando.

En la noche Tom y yo nos quedamos en casa y como era usual evitamos el tema de las peleas para ver alguna comedia en la televisión y hablar de cualquier cosa.

- Tom, si no me despiertas mañana... - le advertí cuando sentí que me quedaba dormida con la cabeza en su hombro.

Era normal que nos sentáramos juntos en la cama y viéramos televisión ahí, así que más de una vez me dormí encaramada encima de Tom. A él no le molestaba y hasta legué a pensar que le gustaba.

Cuando desperté de nuevo, una de las manos de Tom estaba acariciándome el brazo.

- ¿Anna? – Me moví un poco como para que supiera que estaba despierta. – Anna, ¿estás despierta?

Dejé salir una especie de murmullo afirmativo y Tom me dio un suave beso en la mejilla.

- Es hora de despertar si quieres llegar a lo de Bill.

Me moví un poco y abrí los ojos lentamente. Tom no tardó en ponerse pie para ir al baño. Lo vi cerrar la puerta tras de sí e intenté despertar del todo al mismo tiempo que me senté en la cama. Logré salir de la cama sola y vi la pantalla de mi teléfono. Ese día, según los cálculos que habíamos hecho con el médico cumplíamos las 36 semanas de embarazo. Mi temor más grande era empezar a tener contracciones antes de tiempo. Sabía que por ser gemelas iban a nacer prematuras, ya me lo habían explicado y me había hecho una experta sobre búsquedas en internet, pero seguía temiendo que las niñas nacieran pronto. Según sabía, mientras más tiempo las pudiera mantener en el vientre, mejor para ellas.

Memorias (Tom Kaulitz Fanfiction)Where stories live. Discover now