La Pregunta del Millón

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Me estoy tomando mi tiempo para escribir, lo siento pero así las cosas deben ser... tengo demasiadas ideas y necesito ordenarlas antes de escribir... yo solo espero que me tengan paciencia mientras logro organizar el desorden que he hecho en mi mente. 

¡Valdrá la pena, lo prometo!

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Recuerdo el día que me dieron aquel sobre, apenas lo toqué supe lo que era. Llamé a Tom apenas terminé de leer lo que contenía, me limité a poner todas mis cosas en una caja de cartón antes de firmar mi renuncia. Me habían dejado las cosas muy claras, yo entendía pero sabía después de hablar con Tom que las cosas eran serias y no me importó dejar ese trabajo. Me preocupaba un poco, sí... pero el trabajo no era el centro de mi vida, mucho menos Tom pero al menos él me ponía una sonrisa en el rostro todos los días.

Cuando llegué a la entrada Tom ya me estaba esperando, me quitó la caja de las manos sin siquiera preguntar y la llevó él mismo al auto, cargándola con una mano por un momento cuando me abrió la puerta del pasajero.

- Bueno, cariño... Haz lo tuyo. - Me dijo Tom mientras manejaba de vuelta a casa. - Puedes escribir en un blog o algo así... ¡Qué más da, lo haces bien: hazlo por tu cuenta!

- ¿Y quién pagara mi sueldo? - Le dije. - Sabes que Fred me tiene entre la espada y la pared.

- Bien, por ahora puedes concentrarte en no hacer nada. - Miré por la ventana. - La semana que entra tengo que ir a LA, si quieres ir estoy seguro que Bill no tendrá inconveniente.

- ¿Te vas a quedar con él? - le pregunté.

Tom encogió los hombros mientras conducía sin desviar la mirada del camino. Algunas veces se me olvidaba que ellos eran aún más unidos que Jonah y yo. 

- Casi siempre estamos ocupados, sabes que nos vemos poco así que, bueno, quiero aprovechar el viaje. 

- ¿Sabes qué? Sí. Quiero que le digas que voy a ir contigo. - Sonreí, - aunque también quiero que sepas que no tenga idea de qué voy a hacer ahora que estaré desempleada...

Me reí de mi misma, aquello sonó más dramático en voz alta que en mi mente.

- ¿Y eso que gracia tiene? - Tom me preguntó sonriente. - Eh, ¿Que tiene tanta gracia? - Puso su mano sobre mi pierna por un momento antes de volver a ponerla en la palanca de velocidades.

- Ay, ya... - Me quejé con una sonrisa en el rostro y puse mi mano en su brazo. 

- Hay que verle el lado bueno a las cosas. Tendrás más tiempo para lo que de verdad importa: yo. - Agregó solemnemente. 

Eso si me hizo reír de verdad, solté una carcajada y entonces entramos al garaje. Bajamos del auto y Tom de nuevo llevó mis cosas. 

Me tumbé en el sofá de la sala con Olly a mis pies. Tom siguió haciendo sus cosas, hablando por teléfono y haciendo arreglos para nuestro viaje a Alemania, en un par de horas más volvería a ir al gimnasio y yo me quedaría sola en casa. 

Me saqué los zapatos al patearlos, Tom rodeó el sofá en ese momento y me miró con expresión preocupada: una ceja alzada y la boca torcida, pero como llevaba el teléfono pegado a la oreja no dijo nada, solamente se dedicó a coger mis tobillos con una mano y alzarlos lo suficiente para sentarse con mis piernas en su regazo. 

Cogí el control remoto de la mesita como pude sin ponerme de pie. Busqué algo que ver y terminé viendo al doctor House en mute porque Tom seguía al teléfono con su manager. 

Memorias (Tom Kaulitz Fanfiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora