21. Realidades distintas

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Silencio. Era todo lo que reinó en el salón de música cuando la mente de ambos comenzó a procesar lo que ocurría.

Pero Jeremy fue el primero en romperlo con una dolorosa voz rota.

—T-tu padre... ¿también se llamaba Sebastian...?

—¿Cómo lo sabe? —inquirió el chico aún más sorprendido—. ¿Usted conoció a mi padre?

—No, conocí a su hermano... —aclaró tensando la mandíbula. Sentía la humedad de sus lágrimas correr hasta su barbilla—. Él daba clases aquí.

Sebastian se quedó callado por un instante, antes de volver a hablar en un tono más tranquilo y moderado. Tal vez por la expresión que Jeremy había puesto, o porque no había otra forma de razonar con alguien tan afectado.

—¿Recibió clases de mi tío?

—Algo así... —masculló con un doloroso nudo en la garganta. Era lo que más detestaba—. Te dije hace un par de noches... que no volvieras... ¿por qué lo hiciste?

El chico se tensó al escucharlo y el rubio solo lo miró con algo de cansancio, esperando que entendiera que no quería jugar más a las escondidas.

—¿Usted sabía que se trataba de mí? —dijo tratando de mantenerse estoico— ¿Desde cuándo...?

—Hace como cinco minutos. Esas vendas en los dedos no lucen como un accidente y tu apellido está plagado de violinistas, no podías evitarlo —Jeremy apretó los labios—. Si querías burlarte de mí, lo lograste.

—¡Nunca pretendí algo como eso! —corrigió al instante, haciendo que el rubio se sobresaltara por el tono—. Pero no tenía un buen motivo para decírselo.

—¿No tenías ninguno...? ¿¡Y por qué tenías que tener uno precisamente ahora!? —alzó la voz y ésta ese quebró en la última pregunta.

—No lo sé...

Jeremy tuvo que dejar de mirar a Sebastian, no se estaba sintiendo nada bien y la cabeza comenzaba a darle vueltas junto a sus emociones, se sentía como en una montaña rusa: con ganas de vomitar después de un aterrador paseo en el que solo deseaba morir antes de llegar al final. Se hizo a un lado, juntando lo que le quedaba de fuerzas para acercarse al escritorio y aferrarse disimuladamente al borde de éste.

—Y de todas las personas... de todos los malditos estudiantes... ¡tú tenías que ser un Lebrant! Precisamente tú... dime, ¿qué tan divertido fue el haber jugado conmigo?

—Nunca me atrevería a hacer algo así.

—¡Por supuesto! ¡Y estoy seguro de que mi karma se debe estar riendo a carcajadas! Mi vida no es más que una trágica comedia barata hecha para divertir al diablo.

Jeremy comenzó a reírse, víctima de un arrebato de locura en el que no se decidía entre gritar y entregarse al llanto, o reír hasta que el cinismo y el dolor lo consumieran.

—Eras la única persona que me hacía olvidarme de mi existencia... —reveló justo cuando sus labios comenzaron a temblar por el llanto nuevamente, esta vez encarando a Sebastian—. ¿Sabes lo bien que me sentía al escucharte tocar? ¿Al no saber quién eras? ¿Al no saber que tú también estás marcado con ese apellido...? ¿Por qué haces esto, Wayne? ¿O debo llamarte Lebrant?

—No lo estoy entendiendo, profesor...

El rubio cerró una de sus manos y la estrelló contra la superficie del escritorio, una estruendosa fuerza que llevó a la mano a palpitar de dolor cuando la alzó para señalarlo.

—¡Ese es el problema! ¡Que tú no sabes nada! Y sin embargo sabías perfectamente quién era desde el principio. ¿O me vas a decir que no estuviste aquí cuando apagué las luces? ¡Desde ese día me veías a la cara sin decirme nada!

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora