Nostalgia

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El cansancio no fue suficiente para amortiguar las emociones de esa mañana, no importaba que ninguno de los dos hubiese dormido lo necesario para mantenerse de pie. Se miraban, sonreían, y de vez en cuando, alguno cedía al impulso de consolar al otro con un abrazo a medias. Pero aún no se atrevían a despedirse.

Lucian hizo la mayor parte del trabajo al subir las pertenencias de Simon al auto, y aunque los estudiantes miraron con una mueca compasiva el enorme golpe de su rostro, decidieron guardarse sus comentarios. Estaban demasiado consternados por ese amargo sabor que precedía a una despedida inevitable, pues sin importar lo común de sus comentarios y lo habitual de sus tonterías, ninguno se preparó para el verdadero adiós.

—Supongo que al final, sí rompimos una regla... ¡Estamos fuera de Haverville antes de lo debido! —dijo Simon para romper con la tristeza, dando un paso hacia la enorme puerta, era tan ancha que el gesto fue casi teatral.

Con un informal movimiento de mano, le indicó a Ethan que hiciera lo mismo y éste obedeció para ser recibido por el calor matutino, pero llegó a alejarse mucho más. Se sentía bien estar simbólicamente afuera, el director William había sido muy amable al permitirles despedirse de esta manera, y afortunadamente los miembros del rector se habían retirado el día anterior para dar paso a la privacidad de las salidas.

—Vuelvo en un minuto, le informaré a Rogers que todo está listo —anunció el abogado cuando volvió a ingresar al descomunal edificio.

Simon ni siquiera le prestó atención, tomó a Ethan de la mano para correr hacia el monumento aislado, una vieja estatua en honor al fundador de Haverville. El casi-rubio solo la había visto un par de veces cuando llegó, pero nunca había estado tan cerca. No pudo evitar admirar por un largo momento esa imagen, imponente y extrañamente familiar, distraído al pensar que Magnus pertenecía a esa línea de sucesión. El suspiro fue evidente.

Simon se cruzó de brazos, mirando también al hombre de bronce.

—Tiene cara de sembrar la miseria en el corazón de los inocentes.

El comentario repentino le robó a Ethan una carcajada, y su amigo lo incitó a tomar asiento en la base del monumento junto a él. Les pareció gracioso tener que dar un salto para subir, y aquel con el brazo herido tuvo que recibir ayuda, pero tan pronto como sus sonrisas se alojaron, al mirar al frente se sumieron en el silencio. Ambos le daban la cara al solitario camino que desde ahí aparentaba ser infinito, colindado por altas paredes de árboles que se perdían en una carretera de varios kilómetros.

La verdadera salida de Haverville Rogers.

—Aún no puedo procesar la idea de que vas a irte... —murmuró el de ojos verdes, dirigiendo después la mirada al estacionamiento. El auto de los Harvey estaba ahí, listo para partir en cualquier instante.

—Vivirás en la negación por un rato... supongo que haré lo mismo. Será extraño no verte en el desayuno —confesó bajando la mirada mientras balanceaba despacio sus pies, ninguno de los dos alcanzaba el suelo—. Y no tendré a Sebastian regañándome por consumir dulces y chatarra tan temprano...

—Basta, me quedé sin lágrimas ayer, no abuses —maldijo Ethan dándole un pequeño golpe en la nuca con la mano abierta.

—¡Y los golpes! Aunque pensándolo bien, eso es una ventaja para mí.

—Trato de canalizar el cariño que te tengo.

—Debiste expresarle tu "cariño" de esa manera a Byron. Quizá eso es lo que le faltaba, mano dura.

Esta vez fue un golpe en el hombro, pero Simon no se quejó, entre risas se lo había buscado. Ethan ya ni siquiera se molestaba en sonrojarse, había soportado esas bromas toda la noche, algunas incluso habían calmado su llanto.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now