Limbo de emociones

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Jeremy se movía con prisa en el pasillo, esquivando a los pocos estudiantes que habían decidido alentar su marcha hacia las escaleras, como si todo en ese instante evitara que alcanzara a Sebastian. Ni siquiera estaba seguro de dónde estaba, era simple intuición, una que temía que en ese momento fallara. Porque si él no estaba ahí, entonces no podría atreverse a decir otra vez que realmente lo conocía.

Era muy drástico, pero era cierto. Temiblemente cierto.

Había dicho que no iría tras él, pero terminó peleando con Byron por ello. Su amigo tenía razón hasta cierto punto, ya había suficiente discordia como para seguir alimentándola, pero no se fue sin antes plantarle un buen puñetazo. De esos que tanto extrañaba darle.

Lo último que quería era pelear con Sebastian por algo así, porque estaba en todo su derecho de enojarse, y Jeremy en realidad no tenía muchos argumentos para defenderse, era casi una misión suicida. No había nada que pudiera asegurarle que todo saldría bien, es más, había una enorme probabilidad de que hacer esto solo empeoraría las cosas. Pero nunca se había considerado ese tipo de cobarde, prefería enterarse a la cara, aunque recibiera una enorme bofetada del destino en el intento.

Mientras trataba de ganarle al elevador utilizando las escaleras para no ser visto, cayó en cuenta de la preocupación interna que ahora sentía por Ethan. Se había enfocado tanto en Byron que se había olvidado de que, quien se había llevado un golpe igual de duro, había sido ese chico. Jeremy recordaba que al principio había estado en desacuerdo con esas lecciones, y terminó aceptando por el bien de todos, pero siempre le pareció que tarde o temprano saldría muy caro. Los años no pasaron en vano, ¿cuántos llevaba Byron perfeccionando esa técnica? Solo para que ahora, el karma regresara como si hubiese acumulado todo lo que había hecho. Esperando el momento preciso para cobrar con intereses.

¿Qué haría Ethan? El chico le parecía muy dulce e inocente, pero hasta ahí llegaba el conocimiento del de rizos sobre el tema. Y Byron parecía muy seguro de que no iba a ser perdonado, dándose por vencido sin siquiera intentarlo, algo que frustraba a su amigo con creces.

Por supuesto su lado más humano y un poco retorcido lo llevó a imaginarse lo que haría si estuviese en la misma posición que Ethan, y debía concederle el beneficio de la duda, pues él probablemente perdería la cabeza. No es que pudiese imaginarse a Sebastian haciendo algo así, y probablemente su juicio se veía afectado por el hecho de que Estefan y Byron eran sus mejores amigos, pero esa balanza que había perdido el equilibrio entre amar y odiar las mismas acciones, era lo suficientemente pesada para derrumbar lo único que había sostenido a Byron en todo ese tiempo. La confianza ciega.

Demasiados pensamientos caóticos para una carrera por la noche, eso fue lo que se dijo a sí mismo justo cuando un abrupto choque de cuerpos ocurrió a mitad del pasillo al que finalmente había llegado. Una maldición vio la luz en la punta de su lengua pero su agresor habló primero para callarla.

—¿A dónde vas con tanta prisa?

Esa voz grave lo sacudió de pies a cabeza, dándole un giro inesperado a la misión de esa noche. Parpadeó un par de veces y balbuceó sin poder creer que realmente lo hubiese encontrado.

—S-sebastian... —su tono apenas perceptible se perdió en el eco del estrecho pasillo—. Te estaba buscando...

Reconocía que su corazón latía con fuerza por dos cosas, la primera era la carrera en las escaleras, y la segunda era lo eufórico que se sentía todo su interior cuando tenía a Sebastian tan cerca. Pero el ceño parcialmente fruncido de su ángel, solo provocó mayor ansiedad.

—No creo que sea buena idea que estés aquí, Wild.

¿Había dicho Wild? ¿Pensaba llamarlo así cuando estuviera molesto? Comenzaría a odiar su propio apellido.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ