Final [II]

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En la madrugada de ese fin de semana, el amanecer simulaba aparecer en pinceladas lentas, con colores que deleitaban a una mirada taciturna, olvidada por completo de los brazos de Morfeo desde antes de comenzar a contar sus noches. Su frente permanecía apoyada en el cristal que enmarcaba el panorama, mientras se acariciaba los brazos y recordaba de principio a fin esa larga conversación que mantuvo con Sebastian. Reclamos y palabras hirientes fueron pronunciadas junto a promesas y lamentos, pero aquello que diferenciaba a esta noche de todas las demás, era la determinación del moreno para resistir hasta que Jeremy no tuvo más opción que prometerle que accedería a una sola cita de terapia, sin esperanzas reales, ni la convicción de volver.

Lo hacía aún más infeliz saber que solo lo hizo para que se diera por vencido más adelante.

Se separó un poco para admirar su propio reflejo en la ventana, se percibía claramente. ¿A qué se aferraba tanto ese chico? ¿Qué era lo que aún veía en él? Con la punta de los dedos delineó su mejilla, sin duda aún era hermoso... pero, era consciente de que cada día se marchitaría un poco más. Su juventud no era eterna, ¿y a quién le había entregado los mejores años de su vida? A Vicent incluso cuando se separó de él. Pasó a su cuello, y los dedos comenzaron a jugar al encontrarse con sus rizos, acariciándolos sin prisa... estaban más largos, quizá por eso se enredaban tanto entre ellos.

Vicent le había prometido que cada vez que lo viera, recordaría cuánto lo amaba... y aquello ahora lo hacía sentirse vulnerable. Él sabía que no era necesario, que nunca más podría olvidarlo, pero... ¿por qué sentía que pesaban tanto...?

Se separó de la ventana y cerró la cortina. La cabeza le dolía, tenía hambre, pero le provocaba náuseas pensar en ingerir algo, y se dirigió al baño para enfrentarse a un día más de vida. Sin embargo, el espejo de éste decidió sorprenderlo al desvelar la mentira que le había dicho el reflejo de la ventana. Su apariencia era terrible, el estado más descuidado en el que se recordaba en todos estos años, el cabello iba en todas direcciones, opaco y sin vida, al igual que su rostro que ahora estaba adornado con las ojeras que no podrían cubrirse naturalmente en unos días.

Enojado, se lavó la cara solo para convencerse de que no podría descansar con el cabello así. Trató de desenredarlo, con bastante dolor en el proceso, pero cuando trataba de llegar bajo los hombros, lo detenían sus propios nudos, acomodados en lo que antes fueron perfectos rizos dorados. En un acto de desesperación, Jeremy tiró todo aquello que ya no funcionaba, y se atrevió a tomar unas tijeras.

—Demonios... —jadeó con los ojos abiertos por la sorpresa de verse así frente al espejo. Hecho un desastre y con unas tijeras amenazando un largo mechón rubio.

Inmediatamente las separó de él. ¿¡Acaso había enloquecido!? ¿Esta era su solución si algo salía mal? Retrocedió asustado. Él no quería... era-... eran de Vicent... es decir, él prometió-...

Muchas... muchas cosas.

Pero... los recuerdos no cumplían promesas.

—Y los muertos tampoco... —se recordó a sí mismo, despertando lentamente de ese pesado sueño.

Estaba muy, muy en el fondo de ese abismo en el que nada en su camino tenía sentido, estaba quieto, porque no estaba seguro de lo que sentía... pero quería, tenía la urgencia de sentir algo. Así que lentamente devolvió la posición de las tijeras, y el suelo se cubrió de hilos dorados.

Él jamás olvidaría a Vicent, pero ya estaba cansado. Vivió esperando respuestas, y cuando las encontró sintió que moriría siendo culpable. Y si realmente lo era, si le habían arrebatado a su primer amor por lo que había hecho... no se iría de aquí sin intentarlo otra vez.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now