La caída

22K 1.9K 1.3K
                                    

Jeremy inhaló profundamente mientras miraba ese violín. No era uno especial, solo aquel que ocupaba un lugar junto a otros que se sentían igual de abandonados. Había dejado su reloj en el portafolio, para que no estorbara en su muñeca, y nuevamente limpió con cierto fastidio su mejilla.

Le dolía la cabeza. Era una migraña que daba vueltas, que palpitaba como una corona en sus sienes, y al mismo tiempo lo rodeaba para impedirle tener control de sus ideas. Una combinación de llanto, frustración y malos pensamientos, la compañía perfecta para un toque de alcohol, pero esta vez no lo deseaba. Necesitaba la mente despejada, aunque la odisea de conseguir que sus pensamientos dejaran de tropezar unos con otros, era devastadora.

También lo abordaba otro dolor. Uno menos llamativo, aquel que se había acostumbrado a que debía pasar desapercibido, pero esta noche no podía ignorarlo. Eran sus nudillos. Esos que había usado nuevamente como un adolescente perdido.

Podía sentir con cada centímetro de piel, el vívido recuerdo de su puño impactando contra la mejilla de Lucian... y la de Estefan. No había nada que amortiguara sus pensamientos, nada que lo detuviera de revivir esa conversación una... y otra vez.

Y la odiaba.

—Mientes... —había murmurado ante las increíbles palabras de Estefan, aquellas que difícilmente podían ser verdad—. ¡Utilizar a Vicent como excusa, es muy bajo hasta para ti!

—No es mentira —aseguró su amigo, con una paciencia digna de un corazón hecho piedra—. Yo lo sabía, pero Vicent también, sabes mejor que nadie cómo era. ¡Él lo perdonó por lo que había hecho! Y me pidió que guardara el secreto cuando lo descubrí. Al principio me negué... puedo jurarlo, aunque con esa mirada jamás vuelvas a confiar en mí. Pero él tenía razón, eras capaz de haber eliminado a Lucian con tus propias manos, ¿y luego qué? ¡Serías aún más miserable!

—¡Quizá, pero tú no eras nadie para decidir algo así! —respondió Jeremy con la voz entrecortada, una parte de él, no era capaz de asimilar lo que decía Estefan— Lo comprendo de él... pero no de ti. Siempre sospeché que Vicent sabía algo, pero nunca imaginé que tú serías capaz de ocultármelo. ¿¡Por qué jamás me lo dijiste!?

—¡No fui capaz de hacerlo! —confesó, por primera vez revelando en su expresión la impotencia— Cada vez que te miré a los ojos con la intención de decirte la verdad, todo lo que podía escuchar era la promesa que le hice a él. ¡Te habrías arruinado la vida y Vicent jamás te lo hubiese perdonado!

—¡No más de lo que me arruinó él a mí! —vociferó el de rizos, incapaz de razonar más allá de ese momento—. ¿Qué importaba si me lo decías después...? ¿Acaso decidiste dejar de ser egoísta, la única vez que verdaderamente pudiste hacer algo por mí? —preguntó antes de bajar la voz drásticamente—. Vicent está muerto, Estefan. No me importa lo que él hubiese deseado. ¡Sería un maldito egoísta si no me permitiera vengarlo, cuando fue capaz de perdonarlo a él y no a mí!

—Jamás hubiese permitido algo así.

—¡Y sin embargo permitiste que este hombre viviera para después utilizarlo! ¡Eso no te hace menos cobarde que él!

Estefan guardó silencio cuando el filo de sus palabras logró alcanzarlo. Para Jeremy... no era más que un traidor.

Ahí fue cuando el de rizos miró sus manos, palpitando por la rabia y el dolor, temblando al ver sus nudillos, tan familiares a los de una década atrás. Cuando recibía regaños y protestas al ser descubiertos por Vicent, ensangrentados y pronto violetas. Estaba regresando a ese punto sin retorno, a los asfixiantes deseos de odiar sin medida y golpear sin razón.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now