22. Secretos y mentiras

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Ethan se sintió sofocado, se levantó de su asiento con lentitud, y miró fijamente hacia la nada. Le dio la espalda al escritorio, y comenzó a dar vueltas como animal enjaulado en el salón privado.

—Esa historia es... muy triste... —murmuró en un hilo de voz, pero el grave silencio que había roto le permitió a Byron escucharlo.

—Las historias reales son más crueles que las ficticias.

El casi-rubio negó fuertemente con la cabeza y regresó a apoyarse en el respaldo del asiento que había abandonado, estrujando la madera con los dedos.

—¿Por qué...? ¿Por qué me la contó...?

—Porque necesitaba que lo supieras —respondió fríamente—. Tienes que ser consciente de que lo que estamos haciendo jamás ha terminado bien.

—¡Ya era consciente de eso mucho antes de que me lo dijera! —alzó la voz Ethan, con una fiera lágrima resbalando por su mejilla—. Sabía que no estaba bien, que no deberíamos estar juntos en primer lugar, ¡pero nunca me imaginé que podríamos tener consecuencias como esas!

—¿Estás seguro de que jamás habías escuchado esa historia si conocías el apellido Lebrant?

—Y-ya le dije, fue hace muchos años que lo escuché por última vez, solo era un niño... —explicó, aunque no mentía.

Byron le había contado de principio a fin el "caso Lebrant" sin nombres, apellidos, una simple historia de un profesor enamorado de su estudiante y un final que desgarraba a Ethan solo de imaginarlo.

Ya era difícil escucharlo, era aún peor la posibilidad de estar en su lugar.

—Escucha Ethan, no te imagines el peor de los finales, no sabemos lo que pueda suceder —trató de tranquilizarlo, abandonando su lugar para acercarse al casi-rubio y obligarlo a mirarle—. Pero debía advertírtelo, mucho más ahora que el rector no perderá la oportunidad de castigar otra relación ilícita.

—P-pero yo ni siquiera vengo de una familia importante —razonó el menor, mirando a Byron con cierta esperanza—. No hay nada que heredar, o un apellido que mantener, no hay posibilidad de que nos suceda algo parecido... ¿verdad?

Y al de ojos verdes se le aceleró el pulso cuando Byron solo lo miró, pero ninguna respuesta tranquilizante salió de sus labios.

—¿Byron...? —inquirió, dejando que sus manos se acercaran al rostro del profesor y lo obligaran a mantener su mirada— No puede sucedernos algo así... ¿cierto...?

El profesor bajó la mirada y alzó ambas manos para acariciar las de Ethan, estrechándolas con suavidad.

—No puedo asegurarte eso.

Lo miró aterrado.

—¿Quién... es usted...?

—Alguien que no puede escapar de lo que es.

—Respóndame...

—No puedo, Ethan —dijo con el miedo reflejado en su mirada.

Pero Byron... ¿a qué le temía?

El menor retrocedió y se apartó de sus manos, sin dejar de mirar al profesor a los ojos.

—Podría pasarme lo mismo que al profesor Lebrant... ¿no es cierto?

Para su desgracia, el silencio habló por sí mismo.

—No saques conclusiones apresuradas —habló el de cabello azabache lentamente después de ese instante—. No es un hecho que deba terminar así, es... una posibilidad.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now