Consultas.

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—Al fin despiertas —dice una voz, arrastrando las palabras sin ganas. Sin embargo, la voz está ahí. Una voz femenina por fin.

Abre los ojos, con cansancio de haber perdido la conciencia en algún momento de su huida y no reconoce el lugar. Molly observa a la mujer desde abajo, aunque no entiende realmente en dónde está. Mira hacia los lados, preparada, tratando de captarlo todo y sobre todo, buscando una salida. Pero aquel lugar se parece a la enfermería del laboratorio, sin tantos instrumentos extraños que la asustaban de pequeña. Hay camas a su lado sin hacer, con mantas al pie de ellas, dispuestas a ser usadas si se necesita.

Sin embargo, exceptuando a ella y a la chica que ha hablado, se encuentran solas en el vacío de una habitación muy blanca. Molly mira a la chica que está sentada frente a ella y no puede creer lo que está viendo. Nunca ha conocido a otra mujer, sobre todo a una chica de su edad. Es realmente un descubrimiento para Molly y la sonrisa en su rostro le llama la atención.

—¿Por qué sonríes? Me das escalofríos —suelta la contraria sin problemas.

Es realmente bonita, o eso piensa Molly. Ojos pequeños, pero sumamente peligrosos, como los ojos de un león a punto de atrapar a su presa. Negros como la noche, lucen bien en ella. Su piel es morena, pero lleva varios golpes de batalla, incluso una venda en su hombro le demuestra que ha sido herida anteriormente. Lo más sorprendente es su cabello castaño, liso y perfecto, que cae sobre su hombro. Molly siempre ha deseado un cabello como aquel, tan bien cuidado. El suyo en cambio es rebelde y a veces incontrolable.

—Went dijo que eras rara, pero para Went son todos raros.

—¿Went? —pregunta ella finalmente, pero para su sorpresa, la chica no se asombra por su voz. Se muestra bastante indiferente ante la presencia de Molly, como si estuviera ahí por obligación. Mira las uñas, en busca de suciedad y tiene una pierna sobre la otra, algo sumamente femenino.

—Sí, ya sabes. Went es lo mejor de aquí, pero es intolerable. Nadie lo soporta por su temperamento y los deseos de molestar —su voz suena aburrida, como si esa conversación la hubiese hecho muchas veces y siempre hubiese conseguido lo mismo. Molly intenta incorporarse, pero termina por caer nuevamente entre las sábanas. Por supuesto que no iba a poder ponerse de pie, está en otro hábitat.

¿Dónde se supone que está? La chica sigue la conversación jugando con uno de sus mechones de cabello.

—Veo tu rostro, sé que te atrae, pero no lo intentes. Ya he estado con él, no me imagino cuánto te costará a ti. Aunque bueno... pareces una rata de laboratorio y él es una rata.

Molly pestañea sorprendida por las palabras, nunca le han dicho rata y menos de laboratorio. Aunque tiene sentido, no quiere admitirlo. Se sonroja y baja la mirada para observar el otro lado de la habitación. La chica tiene razón sobre eso y por momentos cree que la angustia iba a llegar a ella. Prefiere usar tal sentimiento en algo mejor, así que se incorpora como puede, sentándose finalmente en la cama. Un poco de ayuda hubiese sido excelente, pero a la chica le parecen más interesante sus uñas.

—Me llamo Molly —se presenta como se supone que debía hacer. Ha practicado mucho eso con Moritz, él deseaba que Molly se presentará ante los Guardianes y que se escabullera entre ellos hasta entrar en la ciudad de los seres sin sentimientos. Habían practicado mucho cómo comunicarse con otras personas, pero Molly siempre es invadida por la timidez al no comunicarse nunca con nadie y es incapaz de soltar muchas palabras. Él había dicho que se debía al encierro por tantos años—. Es un placer.

—Oh, sé tu nombre —dice la chica sin ganas, moviendo su mano con desinterés hacia ella, un gesto que Molly no comprende—. Todos hablan de ti, ¿sabes? Eres la gran Molly Davies, te han buscado por años.

Farewell City [Farewell City #1]Where stories live. Discover now