4. DESPERTAR

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Al principió pensé que todo lo anterior había sido una larga y horrible pesadilla, pero a medida que me incorporaba en mi cama y observa mi alrededor entendí no era así. La buena noticia era que ya estaba en mi habitación, y que junto a mí permanecía Centella, mi hermoso gato blanco. La mala fue que junto a mi gato yacía mi figurilla de madera, una resplandeciente águila dorada que muy pronto me trajo a mi realidad. De esa manera recordé que yo era una Excimiente encomendada a rescatar a un espíritu del inframundo que me había sellado con un beso.

Un espíritu que se había convertido en mi Liberante y que. Además de su bondad, era la criatura más preciosa que había visto en toda mi existencia.

Condenada a no poder salir de mi estupor por algún tiempo, mi madre abrió la puerta de mi habitación y me observó con la sorpresa que tendría una persona que presencia una aparición.

—¡Virgen del perpetuo socorro! —gimoteó con una palidez en su semblante que me sorprendió—. ¡Han sido los tres días más horribles de mi vida, mi niña! —Mamá corrió hasta mi cama y me abrazó con mucho cariño, llorando—. ¡Tres días que permaneciste como muerta! ¡Ante la extrañeza de los médicos a tu misteriosa enfermedad ya no sabía si en verdad ibas a volver a despertar! ¡Ay, Sofía, mi Sofía! El viejo padre Mireles vino todos los días a verte, estoy convencida de que con sus oraciones y las mías, Nuestro Señor nos hizo el milagro. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Qué tienes mi muchacha?

Me fue sencillo dilucidar que mi joven madre no sabía que la causa de que hubiese permanecido tres días sin despertar era el Mortusermo y... Y mi aterradora visita al expiatorio. Sobra decir el terror que me sobrevino al descubrir que había estado tres días sin despertar. ¿Habría visto ya el tatuaje de mi hombro izquierdo? Sabía que al menos no lo había visto aún mi papá porque todavía tenía pegado el brazo a mi cuerpo.

Gracias a Dios, según lo que me platicó mi madre más tarde, el primer día que amanecí con fiebre mi temible padre ya se había marchado a una ranchería de Michoacán para el corte de aguacate, donde no había señal satelital ni ningún otro medio donde ella hubiese podido comunicarle mi lamentable estado de salud. No obstante esa tarde en que desperté era sábado, día en que él regresaría, y dado mi repentino progreso de salud, convenimos no cortarle nada para no sobresaltarlo de más.

—Apropósito, mi niña —dijo ella mientras pasaba el cepillo por mi largo pelo negro—, esta mañana el hijo de los Montoya y la hija de los Basterrica estuvieron aquí. —El corazón me dio un vuelco—.Te trajeron el cuaderno de anotaciones que les prestaste.

«¿Cuaderno de anotaciones que les presté?» Ese evento jamás había ocurrido. ¡Ni siquiera estudiábamos juntos...! ¡Esperen! ¡Claro que estudiábamos en la misma preparatoria... pero no en el mismo salón!

Así fue como me di cuenta de que yo ya los había visto antes, incluso por cultura general los conocía, por ser hijos de familias tan acaudaladas, aunque, hasta la noche ya referida, nunca antes habíamos cruzado palabra.

—Se extrañaron de que no hubieras asistido a la preparatoria en estos días y quisieron asegurarse de que estuvieras bien.

Así que esa era la razón por la que habían inventado la historia de la libreta de anotaciones. Me sentí un tanto nostálgica. Desde luego, la repentina devoción que Estrella Basterrica sentía por mí era falsa, únicamente había venido por seguir a Ric. Me pregunté si Rigo también había venido a verme, a él sí de plano jamás lo había conocido antes del juego.

—Sí, mi cielo, entiendo tu cara de sorpresa. Confieso que se me hizo raro que entre tu círculo social se encontraran los hijos de familias tan respetadas como los Montoya y los Basterrica. Jamás oí que me hablaras de ellos.

MORTUSERMO: EL JUEGO DE LOS ESPÍRITUS ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora