32. LA HERMANDAD DEL MORTUSERMO

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Ricardo Montoya me soltó al instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas pero ninguna rodó por sus mejillas. Se contuvo. Se obligó a mantenerse firme, aunque muy en el fondo yo supiera que le había destrozado sus sentimientos. Volvió a resollar. El verdor de sus ojos pareció llamear desde el fondo de ellos. De nuevo respiró profundamente y se alejó de mí.

—Ric... lo siento, yo no quise decir eso —le dije cuando noté que se marchaba—. ¡Ric, aguarda, por favor! —El muchacho se detuvo, pero no me miró—. ¿No te das cuenta que, sin advertirlo siquiera, durante el transcurso de este juego se han adherido a nosotros espíritus malignos que nos obligan a actuar o a decir cosas que nos hieren?

Finalmente conseguí que me mirara. Sus ojos habían enrojecido.

—Estoy segura que en tus cabales... jamás me habrías dicho... esas horribles palabras —le aseguré—. Ni yo a ti... —Me sentía desquiciada, avergonzada, incapaz de mirarle por mucho tiempo a la cara.

—Lo único que quiero es que el juego termine cuanto antes —murmuró apretando los dientes—. Quiero dejar de sentir esa estúpida necesidad de querer protegerte y de desear tenerte junto a mí todo el tiempo. —Su voz tenía una fractura en el fondo, un atisbo de melancolía, como si sufriera—. Quiero olvidar incluso tu nombre...

—Oh, Ric... —lloré cuando recibí sus palabras cual si fuesen latigazos.

—Pero a la vez tengo miedo —musitó, sacudiendo la cabeza—: porque en realidad no sé que será peor, si te olvido... o si te recuerdo para siempre.

—¡Ha sido la trompeta! —nos interrumpió Joaquín desde la entrada de la cripta. Bajó corriendo hasta nosotros quizá para preguntarnos si habíamos conseguido hacer nuestra tarea cuando se quedó paralizado al ver a mi Liberante fuera de la tumba—. ¡Madre mía!

—¿Ahora qué sigue? —preguntó Ric tras un largo suspiro, sin permitirle recuperarse de la sorpresa—. El Mortusermo está en la mansión. Tenemos que salir de aquí para ir tras él y jugar la última contienda.

—No habrá necesidad de que salgamos de aquí —respondió Joaquín tragando saliva, todavía desconcertado por lo que tenía delante de sus ojos—. Ellos nos traerán el Mortusermo.

¿Había dicho «ellos nos traerán el Mortusermo»?

—¿Qué ellos traerán el Mortusermo? —desconfió Ric un tanto alarmado.

—Me refiero a la "Hermandad del Mortusermo" —contestó Joaquín.

—¿La qué?

—Vengan, vengan, vamos arriba —nos instó, retornando a la entrada.

—¿Qué es la «Hermandad del Mortusermo»? —insistió Ric sin moverse.

Antes de disponerse a subir hacia la capilla expiatoria, Joaquín se detuvo y observó a Ric con serenidad.

—Ricardo, ¿crees que tú, Sofía, Estrella y Rigo son los primeros que han jugado al Mortusermo? —Mi cara se desencajó por completo, seguido por un hormigueo que se propagó hasta mi pecho. Tantas sorpresas en una sola noche no era algo que una persona normal pudiera soportar—. Antes de ustedes hubo otras generaciones que lo hicieron.

—¿Otras generaciones? ¿Quieres decir que...? —Pero Ric no pudo proseguir. O al menos no con esa línea argumental—. ¿Y ellos son los que nos traerán el Mortusermo? ¡Mierda!¡Yo sabía que había alguien detrás de todo esto!¡Yo sabía que desaparecer de mi recamara y aparecer en las piedras del Sochule en extrañas circunstancias no había sido una simple obra del destino! ¡Tenía razón al pensar que una secta era la responsable de habernos condenado a este puto juego...! ¿Y tú lo sabías, pedazo de perro?

MORTUSERMO: EL JUEGO DE LOS ESPÍRITUS ©Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin