Segundo

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Michael y yo llevábamos dos años de conocernos, y un año como pareja.

Lo conocí en una de las tantas fiestas que se celebraban de manera anual en la ciudad y que involucraban a las caras más reconocidas del país. En ese entonces empezaba mi exitosa carrera como presentadora en el canal de noticias, y aquella era mi primera celebración importante. Él, como dueño de una de las empresas patrocinadoras de todos los eventos que se realizaban en la ciudad, era uno de los invitados de honor a la ceremonia. Cinco años mayor que yo, con un indiscutible sentido de la elegancia y excelente habla para los negocios, logró conquistarme con su fuerte personalidad. Era muy dificil no sentirse atraída por él. 

Dos semanas atrás y en el mismo restaurante en el que nos encontrábamos en ese instante, Michael me pidió matrimonio y no dudé en aceptar.

—¿Viste la transmisión? —pregunté mientras terminaba de cortar la porción de carne y la llevaba a mis labios. Mike, como solía decirle, bebió un poco de su copa y sus ojos verdes me encontraron sobre el cristal. Sonreí—. No te preocupes si no lo hiciste —agregué encogiéndome de hombros.

—Lo siento, pero estoy seguro de que saliste preciosa. Como siempre —aduló.

Sonreí de nuevo. —¿Y puedo saber por qué me invitaste a cenar?

Michael soltó su tenedor y extendió la mano sobre la mesa para tomar la mía. —¿No es excusa suficiente que haya querido verte? —preguntó mirándome con intensidad.

Sí, no podía evitarlo. Con palabras como esas Michael lograba derretirme y hacer de mi un charco en pleno suelo del restaurante. O de la calle. O de la casa... Él siempre sabía qué decir.

—Nos vimos anoche —le recordé ocultando mi expresión complacida detrás de la copa.

—¿Y? —cuestionó—. No sabes cuánto deseo que estemos casados ya, así podré verte y estar contigo cada vez que me apetezca.

La sonrisa en mi rostro no hacía más que extenderse, a tal punto que creí que estaría a punto de salirse de su lugar. 

—Entonces, ¿quieres que hablemos de una fecha? —propuse. Su rostro se iluminó.

—¡Me parece genial! ¿Qué te parece en seis meses? —propuso—. ¿Crees que para ese entonces podamos tener todo listo?

—Pues por mí no hay problema, seis meses es perfecto. —Asentí. Mentalmente tomé apunte de que tenía que llamar a una conocida que se encargaba de planear bodas—. ¿Ya hablaste con tus padres? —pregunté.

—Preciso de eso te quería hablar —dijo terminando con su copa y rellenándola de nuevo—, ellos ya lo saben.

—¿Y cómo se lo tomaron? —quise saber intentando controlar mi curiosidad.

—En realidad, muy bien. —Lo miré en búsqueda de alguna expresión que lo delatara en caso de estar mintiendo pero no encontré ninguna—. Al parecer estaban esperando a que diera el gran paso —añadió encogiendose de hombros.

—Eso... está bien, ¿no? —supuse con cautela.

—Claro que lo está. —Asintió con seguridad—. Y tú que creías que no les gustabas —bromeó con expresión divertida.

Sonreí. —Yo nunca he dicho eso, lo único que decía era que ellos solo parecían comportarse de manera cordial conmigo.

—Entonces déjame aclararte que no se trata solo de cordialidad, sino que también te respetan. ¿No es eso suficiente? 

«Por lo menos deberían sonreírme un poco más», pensé.

—Sí. Eso es suficiente —dije en cambio.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now