Trigésimo Segundo

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Mis ojos pasaron de la seguridad que James me transmitía, a Michael y su violenta posición, encontrándome con que le miraba con obvia molestia.

—Suéltela —repitió James.

Las manos de Mike, en vez de aflojar su agarre, apretaron aún más y sus dientes chirrearon cuando su mirada se encontró con la mía.

—Creí que estabas sola —refunfuñó.

Abrí los labios, dispuesta a responder, pero James intervino. —Pues ya ve que no —dijo, y escuché sus pasos, por lo que supuse que se había acercado—. Suéltela —habló por tercera vez.

—Yo no tengo porque hacerle caso a un actor de pacotilla —repuso con desdén, sin quitar sus ojos de mí. Pero su mirada colérica no duró mucho conectada a la mía, ya que decidí buscar mi libertad y con un rápido movimiento, aunque lastimándome en el camino, logré soltarme de él.

Con agilidad y antes de que Mike pudiera tenerme de nuevo a su voluntad, mis ojos se estrellaron con el hombro de James, quien se había interpuesto y le enfrentaba con inflexibilidad. Dando un paso adelante, mi pecho se estrelló con la espalda de James y posé mis manos en sus caderas, si James estaba dispuesto a defenderme, por ninguna razón le dejaría solo.

—Mire, señor —siseó Michael—, esto es entre Evangeline y yo. Le recomiendo que no se meta.

—Y yo le recomiendo que se vaya.

No podía ver el rostro de James, pero el tono de su voz me era suficiente para saber que su expresión era firme. Además, desde mi lugar tras la fuerte espalda que me protegía, alcanzaba a ver a Michael. La forma en que sus ojos centellearon no me gustó para nada, en realidad estaba furibundo y aquello me preocupaba.

—Michael, no me hagas llamar a la policía —murmuré intentando sonar fuerte y tranquila.

La batalla de miradas entre los dos se rompió, y los ojos verdes no tardaron en estrellarse con los míos. Pasé saliva con torpeza, y me critiqué por no poder controlar mi temor. Sus fosas nasales se expandieron apenas lo suficiente como para siquiera notarlo.

—No tienes nada que hacer aquí. Vete —me atreví a decir.

Su mirada se estrechó, con incredulidad. —¿Me estás echando?

—¿Acaso no la escuchó? —inquirió James.

De inmediato supe que aquel comentario no le gustó para nada a Mike, pero su respuesta fue tan rápida que no tuve oportunidad de prevenirla, y solo entendí lo que sucedía cuando el cuerpo de James se desequilibró junto a mi producto del golpe que acababa de recibir en su rostro.

Mis labios se abrieron, dispuesta a replicar, cuando sentí la tela de la camisa de James evaporarse de mis manos, y en un segundo su espalda desapareció de mi vista cuando se lanzó a devolver el golpe. En un solo movimiento, su brazo se impulsó contra el rostro de Michael y aunque logró hacerlo tambalear, supe que si no hacia algo la cosa se pondría fea.

—¡Ya! ¡Basta! —grité saltando hasta quedar junto a ambos. James le tenía agarrado por el cuello del elegante saco mientras que Michael, en su ventaja al ser más alto, buscaba golpear las costillas. Aunque lo pensé dos veces antes de dar el siguiente paso, lancé mis brazos entre ambos cuerpos intentando separarlos—. ¡James! ¡Michael! ¡Ya paren! —Un golpe me rozó el brazo, pero no me detuvo y continué: —¡Michael, basta! —Pero no me puso atención. Ni me miró. Así que me giré—. ¡James, por favor! —pedí. Sus ojos se encontraron un segundo con los míos, y reconocí su molestia, pero él sí se detuvo y retrocedió, poniendo distancia.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now