Tercero

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En tan solo una semana, mis suegros habían organizado la enorme cena en honor al compromiso de su amado hijo.

Según lo que Mike me había contado, mas de cien personas estaban invitadas al evento. Empresarios, políticos, cantantes, terratenientes y medios de comunicación figuraban en la enorme lista que llegó a mi celular esa misma mañana.

Cabeceé una vez mas, aun inconforme con aquella situación, mientras caminaba por el sendero de la casa de mis padres para darles los últimos detalles con respecto a la cena que sería al día siguiente.

Mi familia no era muy grande. Mis padres eran hijos únicos en sus respectivos hogares, mis abuelos por ambos lados habían fallecido ya varios años atrás y yo solo tenía un hermano de quince años, Marcus. Los tres aun vivían en la casa en la cual crecí en un barrio tranquilo a las afueras de la ciudad, de aquellos en los que todos se conocen con todos, y el ambiente no puede ser de mayor candidez. Nada de robos, nada de escándalos, nada de muertes que no fueran naturales...

Mi padre, Rupert, fue cardiólogo, y luego de retirarse de la Clinica se dedicaba a la carpintería como hobbie; mi madre, Sarah, fue profesora de Historia en la primaria de la escuela del barrio, y ahora se dedicaba a la jardinería; Marcus era un jovencito orgulloso y activo, con notas promedio en la escuela pero grande futuro en los deportes.

El hecho de que todo se redujera a nosotros cuatro, nos hacía ser una familia unida. Yo vivía en el centro de la ciudad, en medio del comercio y la algarabía, pero cada fin de semana pasaba por el lugar que me vio crecer y compartía un almuerzo o una cena familiar. A veces se nos unían los Kirkpatrick con sus anécdotas de los pueblos irlandeses, o los Cantoni con una buena ración de pasta a la napolitana, o los Takumi con sus costumbres y rituales japoneses, o los Garcia con sus tacos y quesadillas.

Sonreí de manera involuntaria al recordar muchas de aquellas reuniones. Si no hubiera sido porque había llegado justo a la hora del almuerzo, muy seguramente me hubiera tenido que detener en el camino para saludar a todos los vecinos.

Cerré la puerta detrás de mi al tiempo que dejaba caer las llaves en mi bolsa. La casa permanecía de la manera en la que siempre la recordaba: las paredes llenas de fotografías, los estantes y pisos impecables, el aroma a canela y manzana del limpiador que usaba mamá... Caminé hasta el comedor donde suponía que estaban todos, y no me equivoqué.

—¡Eva, mi amor! —Mamá fue la primera en ponerse en pie para abrazarme con efusividad.

—Hola mamá, hola papá —saludé inclinándome a su lado para recibir el beso que me puso en la mejilla—. Hola enano —repuse pasando por la silla de Marcus y despeinándole el cabello. 

Aquello era una ironia, Marcus medía los mismos 1.75 de los que yo me jactaba y apenas tenía quince.

—Hola flaca —dijo de vuelta. 

Eso sí no era una ironia. Yo había heredado la contextura delgada de mi padre, y Marcus acogió el apelativo con el que papá me llamaba desde pequeña.

Me senté en el lugar de siempre mientras mamá me servía una gran porción de su famoso y delicioso estofado.

—Es decir que tenemos que ir vestidos de gala para la cena, ¿no? —preguntó mamá luego de que les explicara como sería la cena de compromiso.

—Yo creí que sería algo mas sencillo —repuso papá.

—Ya sabes como son los Brown —respondí—. Pero no se preocupen, ustedes vayan como más comodos quieran.

—¿Es decir que puedo ponerme mi uniforme de básquet? —intervino Marcus.

—No asi de cómodo, Marcus —corrigió papá.

—¡Pero la flaca dijo que cómodos! —insistió.

—Sabes a lo que me refiero con eso enano. —Marcus sonrío con diversión y siguió comiendo—. Michael quiere enviar un auto por ustedes —continué.

Mi padre frunció el ceño. —¿Un auto? ¿Acaso no puedo llevar la camioneta?

—No es que no puedas, es solo que habrán medios de comunicación y pues... ya te imaginaras.

—¿Y qué tipo de auto piensa enviar? —quiso saber mamá.

—Una limosina.

Marcus tosió al atorarse. —¿Una limo? —repitió. Asentí—. ¡Cool!

—¡Marcus deja ese lenguaje! —reprendió papá lanzandole una mirada de advertencia.

—¡Cool no significa nada malo papá!

—¿Ah no? Pues a mi me suena a que sí.

—Rupert, deja al pequeño... son cosas de jovencitos —intervino mamá sonriendo.

Papá bufó. —Como sea, no creo que una limosina sea necesaria.

—¡Pero yo nunca he montado en limo! —replicó Marcus.

—Pues algún día lo harás, cuando lo pagues tu y no sea a costa de los demás.

—Papá, no tienes porque verlo de esa manera —intervine—. Ustedes también van a apoyar el coste de la boda, y la familia de Michael esta organizando esto. Creo que si queremos que ellos respeten los deseos de nosotros con respecto a la ceremonia, deberíamos adecuarnos un poco a lo que ellos quieren con esto, ¿no? —intenté convencerlo y rematé mis palabras poniendo mi mano sobre la suya. Su expresión se destensionó.

—Esta bien flaca, creo que tienes razón —aceptó.

—¡Sí! —exclamó Marcus con euforia—. ¡Los chicos se van a morir de envidia cuando lo sepan! —exclamó corriendo hacía su habitación. Papá cabeceó con reprensión.

—¿Y tu ya tienes listo qué te vas a poner querida? —preguntó mamá.

—Por supuesto. El diseñador de Mike me contactó con un amigo para que me pasara algunos estilos, fue fácil escoger uno entre tanta cosa. —Me encogí de hombros—. ¿Tu ya sabes que ponerte?

—Estaba pensando en aquel conjunto de pantalón que compré el año pasado para la cena de caridad del canal, ¿lo recuerdas?

—Bueno creo que ya no tengo nada mas que hacer aquí —musitó papá poniendose de pie.

Miré a papá con sorpresa. —¿Qué? ¿Por qué?

—Ya empezaron a hablar de diseñadores, de vestidos, de estilos... eso no es lo mio —respondió.

—Eso nunca ha sido lo tuyo, cielo —repuso mamá—, por eso es que me tienes a mi —añadió con orgullo.

Mi padre rio y asintió antes de inclinarse y depositar un beso en el cabello de mamá y otro en el mio antes de perderse escaleras arriba. Miré a mamá de nuevo.

—¿Hablas de aquel conjunto rojo cereza? —pregunté retomando nuestra conversación.

—¡Ese mismo! Creo que es perfecto, ¿tu que me dices?

—Es muy lindo y bueno para la ocasión —asentí—, me parece bien. —Noté en su expresión algo de indecisión—. ¿Sucede algo?

—Bueno es que los Brown son gente de mucho dinero, muy seguramente llevaran trajes elegantes y nuevos, no quiero que la familia de la novia se vea mal junto a ellos —confesó.

—Mamá, ¡ni que fueran a usar costales! —exclamé logrando que riera—. Si bien ellos son gente de alta alcurnia, nosotros hacemos parte de la clase media de la ciudad y eso no está mal. Además, creeme que ustedes se verán mucho mejor que ellos.

—¿Estás segura?

—¡Pero por supuesto que sí! No te preocupes por eso mamá —aseguré—. Entonces, ¿que el auto pase por ustedes a las seis? —Mamá sonrió y asintió antes de abrazarme con emoción, dejándome aspirar con placer el olor de su eterna fragancia de vainilla.


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Seguimos conociendo el entorno de Evangeline, y en este caso conocimos a su familia. ¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado y recuerden que me interesa mucho saber sus opiniones! No olviden dejar sus votos y comentarios! 

La caída de EvaWhere stories live. Discover now