Decimotercero

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La fiesta por el aniversario número veinte de la revista FAMA estaba dispuesta en el salón de eventos del enorme edificio en el que también quedaban las oficinas de administración y redacción. Es decir, en el mismo lugar en el que todos trabajábamos.

A la celebración asistían todos los reporteros, y los que ocupaban puestos administrativos, incluyendo el jefe de Clarisse que había viajado desde su país para hacer presencia. También había algunos otros medios de comunicación, un par de cantantes y artistas y una orquesta en vivo que tocaba en esos momentos una famosa canción de Frank Sinatra con un ritmo modernizado.

Recibí la copa de champagne que me ofreció una camarera mientras escuché la estruendosa risa de Clarisse desde algún lugar del salón. No pude evitar sonreír al verla en medio de un grupo de personas que la miraban con diversión. La risa de Clari siempre había logrado llamar la atención por lo ruidosa y contagiosa que era, de ese tipo de risas que eran capaz de contagiar hasta al más amargado del planeta.

Minutos después, el dueño y jefe de FAMA agradeció la asistencia de los presentes y reconoció el trabajo de Clarisse a pesar de que acababa de llegar de Italia. Clari también ofreció unas palabras, el proyector se encendió y un video que contaba la historia de la revista empezó a rodar.

Clarisse bajó del escenario y caminó en mi dirección siendo consciente de las miradas que atraía a su alrededor. El elegante vestido color esmeralda que había escogido para la fiesta no hacía más que resaltar el tono ligeramente bronceado de su piel.

—¿Aún no ha llegado James? —preguntó al llegar a mi lado.

Mis ojos no se separaron del video. —¿Cual James? 

—¿Cómo que cual James? Palmer, obviamente. 

La miré con sorpresa. —¿Va a venir?

—¡Claro! Es la imagen de la edición actual, el invitado especial —recordó.

—Pues ya se le hizo tarde, ¿no crees?

—Es un hombre ocupado —defendió con seriedad.

Reí. —Cálmate Clari, solo molestaba —aseguré—. Además, tu querido actor acaba de llegar —avisé señalando ligeramente con la cabeza hacia la entrada.

Clarisse se giró con tanta rapidez que reí de nuevo cabeceando con incredulidad. Efectivamente James Palmer acababa de entrar a la fiesta y, como era de esperarse, los flashes le inundaron y las personas se le acercaron como hormigas en busca de comida.

—Ese hombre es un bombón —susurró en medio de un suspiro. Sonreí.

En realidad, no estaba tan mal, reconocí.

Su vestimenta era elegante e impecable, su cabello castaño estaba perfectamente peinado y usaba unas gafas que le daban cierto toque de intelectualidad muy atractivo. Era un verdadero imán para las miradas.

Miré de reojo a Clari que seguía con sus ojos puestos en el actor y esa sonrisa en su rostro que no parecía querer irse. Pero pronto su expresión cambió.

—¡Viene para acá! —murmuró con sorpresa.

No pude evitar mirar hacia atrás topándome con una de las paredes del salón. —Sí, viene hacia nosotras —repuse luego de comprobar que éramos las únicas en esa esquina.

—Buenas noches, Evangeline, es un placer verte de nuevo. —James extendió su mano a modo de saludo y no dudé en estrecharla.

—Lo mismo digo, señor Palmer.

La caída de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora