Vigésimoquinto

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Aunque hablarle a mi familia de James me permitía estar tranquila ya que no acostumbraba a ocultarles nada, el que repentinamente me preguntaran por él cada vez que les llamara no hizo más que importunarme. Insistían tanto en querer conocerlo que empecé a arrepentirme por haberles hablado de él.

Sacudí con suavidad la cabeza y me obligué a dejar de preocuparme por ello. Estaba rodeada de flamante comida, impoluta bebida, elegantes trajes y suave música, y no merecía dejar que todo pasara desapercibido por los molestos pensamientos.

Sonreí cuando sentí la manera en que una cálida mano rodeaba mi cintura y el calor de un cuerpo se pegaba a mi espalda. La deliciosa colonia de James inundó mi espacio personal y girándome solo un poco me encontré con su espléndida sonrisa.

—Discúlpame por haberte dejado sola —se disculpó poniéndose serio—, esos periodistas son como garrapatas —añadió con un brillo de diversión en sus ojos.

—Ten cuidado con lo que dices —advertí en un falso tono de desazón—, yo también soy periodista.

—Pero tú eres tú, Eve —murmuró, y se acercó de manera peligrosa a mi oído—. No me importaría para nada tenerte pegada a mi —susurró logrando que la piel se me erizara ante el contacto de su voz en mi piel. La garganta se me secó y solté una pequeña risa mientras le robaba por un segundo la copa de vino y bebía con urgencia.

La ronca risa de James me hizo cosquillas y sentí su lejanía cuando dio un paso atrás. Llamando a un camarero pidió otras dos copas y cuando estuvimos solos de nuevo me entregó una. Agradecí con una sonrisa y dejé que el agridulce vino tinto empañara mis papilas gustativas.

Aquella era la primera vez que estábamos juntos en un evento público como 'pareja'. Se trataba de una gala de caridad a la que estaban invitados decenas de artistas famosos en pro de una fundación encargada de ayudar a los niños y jóvenes que padecían cáncer, y James no dudó en invitarme como su acompañante.

Aunque al inicio me aturdió su repentina invitación, y la preocupación de que los medios estuvieran de nuevo sobre mi regresó, Clarisse me convenció de ir, y allí estaba.

Tan pronto llegamos, la prensa se abarrotó sobre nosotros y antes de que me diera cuenta James me había arrastrado hasta el interior del salón y él se había dedicado a hablar con los periodistas. El tiempo se me hizo eterno, me sentía sola en medio de tantos famosos que parecían relajados lejos de los impertinentes paparazis, y empecé a pensar en devolverme hacia donde había quedado James, pero entonces había aparecido con su sonrisa espectacular.

Antes de que pudiera preguntar o siquiera decir algo, retiró ambas copas dejándolas en la mesa más cercana y me llevó hacia el centro del salón cuando la orquesta empezó a interpretar una canción del infaltable Sinatra. 

Nuestros cuerpos se juntaron hasta casi abrazarse y nos unimos al ligero movimiento de las demás parejas en la pista. Dejé que mis brazos rodearan su cuello mientras que los suyos abrazaban mi cintura y lo miré con atención.

—¿Todo está bien? —quise saber.

Sus ojos me encontraron sonrientes. —Mejor no podría estar.

Sonreí con agrado. —Me refiero a lo que sucedió en la entrada con los periodistas. Creo que no era necesario que solo tú te encargaras de ellos, yo también pude haberlo hecho —expliqué—. Es más, creo que yo debí haberlo hecho.

—Vaya que te gusta hacer las cosas por ti misma —repuso mirándome con detenimiento.

Fruncí el ceño. —¿Eso te molesta?

La caída de EvaWhere stories live. Discover now