Vigésimonoveno

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La propuesta de Clarisse no dejaba de rondar por mi cabeza una y otra vez, distrayéndome por completo de lo que tenía alrededor.

El sonido del timbre siendo presionado con intensidad me sacó del letargo y resbalé en el brillante piso de ceramica perdiendo el equilibrio en mi afán por llegar a la puerta antes de que siguieran tocando. Abrí la puerta y, como si fuera un remolino, James entró dejándome momentáneamente pasmada.

—¡Dios, Evangeline! ¿Por qué no abrías? —preguntó paseando su mirada por mi cuerpo una y otra vez.

—Lo siento, estaba un poco distraída y no escuché el timbre —respondí cerrando la puerta.

Suspiró. —Estuve a nada, Eve, de devolverme y pedirle al portero que me diera una copia de tus llaves —confesó—. Pensé que te había sucedido algo.

Sonreí con ternura ante su alarma. —Pues ya viste que no hay de que preocuparse —repuse tomándole de la mano y guiándole hacia el sofá.

—¿Nada de que preocuparse? —repitió en tono de desacuerdo—. ¿Y la razón por la cual estuvieras tan distraída como para oír el timbre no es algo porque preocuparse? —Sus ojos me escrutaron con detenimiento—. ¿Sucedió algo?

Lo miré con indecisión. No estaba segura si debía comentarle todo aquel lio. 

—¿Quieres algo de tomar? —pregunte poniéndome de pie.

—Evangeline, no me cambies la conversación —dijo siguiéndome a la cocina.

Abrí la nevera y escaneé hasta encontrar lo que buscaba: un par de cervezas que me habían sobrado de la última visita de Jack. Las destapé con parsimonia, pero no fue mucho más el tiempo que pude huir a su mirada, así que la enfrenté. Permanecía con los brazos cruzados y evaluándome con preocupación.

Exhalé el aire que venía conteniendo y le extendí una de las botellas mientras lo invitaba a la sala. 

—Se trata de Michael —dije finalmente.

James escuchó con atención mientras le comentaba todo con lujo de detalles. Desde la conversación con Monique en el restaurante, hasta la conversación con Clarisse en la que me proponía hacerle de espía y descubrir si el rumor era cierto con el objetivo de vengarme por el video.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —quise saber una vez nos quedamos en silencio. Su semblante se tornó pensativo.

—Creo que ahora entiendo porque estabas distraída —repuso—. ¿Tu exprometido era gay? —repitió ocultando una risa divertida.

Rodé los ojos. —Bisexual. Y ni siquiera está confirmado —recordé. Él sonrió y entrelazó nuestras manos sin dejar de mirarme—. Pero no me has respondido —insistí.

—¿El que? ¿Qué sea bisexual?

Negué. —Eso no... ¿Qué piensas de la propuesta de Clarisse?

Sus ojos centellearon por un segundo. —¿Cuál de las dos propuestas? —preguntó en un murmullo mientras su mano soltaba la mía y se deslizaba acariciando con sugerencia mi pierna llegando hasta la pretina del pantalón, en donde se quedó paseando con suavidad.

Sonreí. En medio de la charla en la que le comentaba todo el embrollo de Michael, le confesé que Clarisse estaba enterada de nuestro pequeño problema íntimo, y que ella, ni corta ni perezosa, me había aconsejado. James se había sonrojado, con aparente vergüenza, pero aceptó que la idea de Clarisse en realidad no era mala. Aquel tema se había visto opacado por la segunda propuesta de mi loca amiga.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now