Vigésimoséptimo

16 3 3
                                    


Era lunes en la mañana y mis dedos volaban sobre el teclado de la computadora personal mientras intentaba avanzar en las dos obligaciones que se me habían juntado: una larga entrevista que tuve que hacerle a una famosa actriz en la que explicaba la realidad acerca de un presunto escandalo; y la primera parte de mi columna, que tenía que dejar lista antes de hacer la segunda visita a la empresa esa misma tarde para hablar con algunas de las empleadas.

Estaba tan concentrada en escribir, que no noté la presencia de Clarisse sino hasta que apretó una de mis mejillas, tal como lo hacía cuando la enviaban a cuidarme cuando aún era una chiquilla.

—¡Hey! —Me quité las gafas de lectura y las dejé caer sobre el teclado antes de mirarla con reprensión—. Ya estoy un poco grande para eso, ¿no crees?

—No lo hubiera hecho si hubieras respondido al teléfono —dijo sentándose en una esquina del escritorio y cruzándose de brazos.

—Lo siento, es solo que quiero terminar con este reportaje. ¿Necesitabas algo?

Frunció el ceño, pero en vez de decir algo me tomó del brazo y jalándome, me llevó hacia su oficina. 

—¡Apúrate que ya va a hablar el idiota! —dijo mientras cruzábamos con prisa el salón.

¿Qué?

Pero pronto entendí a qué se refería Clarisse cuando nos encerramos en su oficina y ella se acercó a una de sus estanterías para subirle el volumen al pequeño dispositivo de audio. Las ultimas tonadas de una conocida melodía de Queen desaparecieron mientras el locutor empezaba a hablar.

—Clari, ¿de que hab...?

—¡Shhhh! —Manoteó en mi dirección callándome y luego señaló el radio.

Y tal como lo prometimos para nuestros oyentes, se encuentra con nosotros el señor Michael Brown, quien según disposición de la Fiscalía debe presentar una disculpa pública para la señorita Evangeline Dieppa por el sonado tema del video intimo —habló el hombre. ¡Claro!, recordé de golpe—. Señor Brown, los micrófonos son todos suyos.

Primero que todo, gracias Alfred por tu recibimiento. —La empalagosa voz de Mike apareció y su saludo fingidamente amable logró que rodara los ojos. Los labios de Clari formaron una mueca de antipatía, pero ninguna dijo nada—. Bien, Evangeline, sé que estas escuchando este mensaje, así que quiero pedirte una disculpa por todo el desorden del video. Mi intención no era que eso afectara tu carrera. Lo siento. —No logré evitar mirar al pequeño aparato con obvio estupor.

¡Sí, claro! ¡Esa fue exactamente tu intención!, pensé con desagrado.

Hoy, por medio de Alfa estéreo, quiero reconocer que la divulgación del video... fue mi culpa. —Aunque sonara trillado, confesaba que creí escuchar la manera en que su mandíbula se tensó y sonreí, sabía que no la estaba pasando bien y eso quitó un poco mi malestar—. Evangeline no tuvo nada que ver, y tampoco sabía de la existencia del video. Reconozco que fue irrespetuoso de mi parte haber actuado de esa manera, y que gracias a ello la integridad de Evangeline como mujer y profesional quedó injustamente involucrada, por lo que no me cansaré de disculparme con ella y con todas las mujeres que se hayan sentido afectadas. —Asentí con un poco de satisfacción. Esperaba que aquello fuera suficiente para recuperar un poco de dignidad. Abrí la boca dispuesta a decir algo, pero la voz de Mike me interrumpió. Al parecer no había acabado—. Quiero decirles que las respeto, y las admiro profundamente. Ustedes, las mujeres, son las que permiten que el mundo aprenda el verdadero significado del respeto.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now