Cuadragésimo

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La vida solía ser un eterno juego de ires y venires, y mi experiencia personal era una clara prueba de aquello. Si en algún momento había tenido duda de ello, ya no vacilaba un segundo en negarlo.

Rodeé la esquina de la edificación, dejando tras de mí el estacionamiento y encontrándome de frente con la imponente estructura que hacia el papel de Tribunal principal de la ciudad, y un pesado suspiro se coló entre mis labios.

Para ser sincera, no creí tener que regresar de nuevo a aquel lugar luego de lo sucedido con Michael.

Eran las cuatro de la tarde de un caluroso viernes de principios de mes, y tal como lo habían prometido los señores del grupo Tolosa, lograron que la fiscalía hiciera la primera revisión de mi caso lo mas rapido posible: doce días despues del día que se interpuso la denuncia, aunque se tratara del ultimo día hábil y en la última hora laboral.

Subí la gran escalinata, observando en la cima de la misma a los cuatro abogados que me esperaban mientras hablaban entre ellos con indiferencia, y a su lado, la figura de Clarisse apareció junto a la de mamá. Tan pronto sus ojos me encontraron, se apresuraron a empezar a bajar hasta llegar a mi encuentro.

—¿Ya está todo listo? —pregunté luego de recibir el abrazo de mamá.

—Graham y sus abogados llegaron hace poco, ya están la sala —avisó Clari—. Había algunos medios de comunicación, pero logré que se fueran —añadió con orgullo.

Fruncí el ceño. —¿Cómo lo lograste?

—Si conoces a tu amiga no creo que sea necesario que te respondan a esa pregunta —habló mamá.

—Tienes razón —asentí sonriendo—, sea lo que sea que hayas hecho, gracias —dije en dirección a Clari—. La verdad no estoy de humor para enfrentarme a las cámaras.

Clarisse no respondió nada, pero acercándose a mi lado apretó mi hombro con calidez. Terminamos de subir la escalinata, y luego de saludar al grupo de abogados, nos encaminamos a la sala en la que se presidiría la citación.

Quité las gafas oscuras de mi rostro colgándolas de la vaporosa blusa de seda roja mientras caminaba hacia mi lugar. Mamá y Clarisse ocuparon sus posiciones detrás de mí, al tiempo que yo me ponía frente a la mesa principal de la defensa. Los abogados se apresuraron a rodearme ocupando sus puestos, y mis ojos dieron una rápida escaneada al salón. Era igual que el que se había usado en el caso de Mike, cambiando solo en la posición del estrado. Mi mirada se encontró con la mesa de la contraparte, en la que Marcus se encontraba de pie y rodeado por tres hombres y una mujer, los que supuse sus abogados. Detrás de él, en su lado de la sala, reconocí a su secretaria quien iba acompañada de otra mujer de aspecto elegante y maduro. ¿Se trataría de su esposa? La verdad era que ni siquiera sabía si el tipejo estaba casado. Otras cuantas personas también se encontraban sentadas algunas sillas más atrás.

Los ojos de Marcus se toparon con los míos, y su expresión indiferente cambió, dando paso a una lenta sonrisa que se apropió de sus labios. Hizo una diminuta venia en mi dirección, logrando que el sentimiento de molestia que me provocaba su presencia se agudizara producto de su cinismo.

En vista de que no entraron más personas a la sala, el oficial encargado de la puerta la cerró. Todos tomamos asiento en las largas mesas con micrófonos instalados frente al estrado mientras que el juez terminaba de darle indicaciones a la joven secretaria. Minutos después, el hombre se enderezó en su lugar.

—Buenos días, hoy nos encontramos en la sala cuatro del juzgado perteneciente a la Fiscalía General del Estado con el fin de evaluar el caso 1396 —inició recorriendo con sus ojos detrás de los lentes a los presentes—. Evangeline Dieppa estableció una demanda en contra de Marcus Graham por violación de intimidad —Abrió la carpeta que tenía sobre su mesa y carraspeó ligeramente—: el día 17 de octubre del presente año la señorita Dieppa encontró entre sus pertenencias una minigrabadora oculta la cual parecía haber estado en funcionamiento desde el 3 de octubre, siendo plantada para obtener información privada de la señorita Dieppa, y con el posible fin de dañar su integridad. —Asentí con suavidad, recordando la denuncia con la que se había presentado el caso—. El día 21 de octubre del presente año los abogados pertenecientes al Grupo Tolosa, en nombre de la señorita Evangeline Dieppa presentaron una demanda acusando al señor Marcus Graham de haber sido el responsable de la aparición de la grabadora entre los objetos personales de la demandante en cuestión. —Sus ojos se levantaron de la carpeta y volvieron a recorrer el salón con rapidez hasta detenerse en la mesa de Graham—. Tengo entendido que la defensa tiene dos testigos, pero antes me gustaría que la contraparte rindiera su declaración —pidió.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now