Undécimo

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El día había sido mucho más largo de lo que esperaba, y no solo eso, sino que también quedaría marcado en mi memoria como el día en el que la vida decidió tomarme como el peón a quien sacrificar en su juego.

En el mismo día me había vuelto viral en las redes sociales de una manera no muy grata, perdí mis dos trabajos -uno de manera oficial, el otro de mentiritas-, me reencontré con mi mejor amiga, empecé a trabajar como periodista de estrellas -como si acabara de graduarme de la universidad- y ahora estaba segura de que un famoso actor me había coqueteado.

¿Por qué tan segura?

Porque después de meditarlo reconocí que el señor Palmer se había comportado de una manera demasiado amable conmigo, y también me había mirado de vez en cuando con algo en sus ojos que no era solo cordialidad... luego estaba lo del halago al final de la entrevista.

No me consideraba la mujer mas irresistible, pero tenía lo mío y lo sabía. Además, estaba el hecho de que era mujer y si de algo estaba segura era de que aquellas teorías del sexto sentido eran reales. 

Caí en la cama como una roca luego de descalzarme, y sin animo de cambiar de ropa simplemente me enrollé en la sabana rogando que el sueño me abrazara con rapidez y que el inicio de un nuevo día cambiara un poco mi suerte.

Poco antes de rendirme ante Morfeo, cumplí la promesa que me había hecho horas antes al salir del canal con las cajas de mis pertenencias y maldije a Michael para mis adentros.


***


El sonido del despertador del celular me hizo estirar con pereza, escalé sobre la almohada y sin detenerme lo apagué.

Segundos después y al recuperar un poco la consciencia, recordé que no había puesto la alarma la noche anterior. De un salto me puse de pie y busqué el celular entre las almohadas.

<<Dos llamadas perdidas.>>

El nombre de Clarisse apareció en cuanto el sonido del rasgueo de la guitarra en las primeras notas de Roxanne empezó a sonar indicando la tercera llamada.

—¿Sí?

—¿Tengo que repetirte que por qué diablos tienes un celular si no contestas?

—Lo siento, creí que era el despertador —confesé.

Eso imaginé, por eso llamé de nuevo y por eso llamé a esta hora. —Miré el reloj, eran las siete—. No quiero parecer una mandona pero tienes una hora exacta para arreglarte y presentarte para tu primer dia de trabajo en FAMA.

Suspiré. —Gracias.

No hay de que Eve, y no traigas desayuno, ya pedí algo a la oficina.

Tan pronto colgó me dejé caer entre las mullidas sabanas deseando no salir de allí, pero me obligué a ponerme de pie y empezar a ordenar el caos en el que se había convertido mi vida.

Al llegar al edificio de la revista me dirigí directamente hacia la oficina de Clarisse sin animos de detenerme a sentir las miradas de los curiosos sobre mi.

—¿Y cómo te fue ayer? —me preguntó una vez estuvimos sentadas en su escritorio cada una con una porción de fruta picada en nuestras manos.

—No me quejo, fue mejor de lo que esperaba.

Aquello pareció aliviarla. —¿Ya lo ves? No todo es tan malo como parece. —Sonrió. Mordió una de las fresas decorativas de la ensalada y me miró con ojos brillantes—. ¿Y qué tal esta él?

La caída de EvaWhere stories live. Discover now