Cuarto

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Si le había dicho a mi hermosa madre que se verían mucho mejor que el matrimonio Brown, no lo hacía en broma.

Mary y Claude Brown, los padres de Mike, iban excelentemente trajeados con sus perfectísimos vestidos de un muy afamado diseñador de quién sabe qué lugar en el mundo, pero los vestidos no arreglaban en nada el semblante alargado y pálido de Claude, o el exceso de botox que Mary solía usar para intentar, en vano, esconder los signos de su vejez acelerada.

La cena, o mas bien debería decir la gala, la hicieron en una de las mansiones de los Brown. El lugar estaba lleno de gente, y aunque identifiqué entre los comensales a algunos conocidos, por lo menos el setenta por ciento de los asistentes no tenían nada que ver conmigo. Entre mis conocidos estaban la mayor parte de personas con las que me veía a diario en el canal, incluyendo Andrew, Jake, Monique, por supuesto mi familia, y algunos amigos en común con Mike.

La cena como tal ya había pasado, mis suegros se encargaron de ofrecer un banquete tipo bufet por todo lo alto en medio del cual Mike informó oficialmente el compromiso en el momento del brindis. Luego de haber tenido que recibir las felicitaciones de todos los invitados al evento, las personas permanecían dispersas en el salón, disfrutando de la música que tocaba la orquesta, bebiendo costoso champagne y hablando -cotilleando- con los demás.

Minutos atrás me encontraba con mi familia, pero en esos momentos Mike me tenía a su lado hablando con algunos de sus socios. La conversación no era que llamara mucho mi atención, pero entendía que Mike quería que estuviera a su lado. 

¿Para qué? En realidad no lo tenía claro, aunque ya me imaginaba la razón.

—Definitivamente te llevas una joya para casa, Michael, Evangeline es hermosa y exitosa, eso es difícil de encontrar —repuso uno de los hombres del circulo. Era el de mayor edad y que si no fuera por el color blanco de su cabello y bigote hubiera encajado como un perfecto Salvador Dalí.

La sonrisa de Mike se amplió. —Lo sé, Eva es la mujer perfecta para mi. —Asintió mientras envolvía su mano en mi cintura.

—Y esa sortija que le compraste también es una joya —comentó otro de los hombres, el más joven del grupo. Mike tomó mi mano y, como si fuera de exhibición, la levantó a la vista de todos—, debió costarte una fortuna —añadió sin despegar los ojos del exagerado brillante que me pesaba en la mano. 

Y le había costado una fortuna. Mike se negó rotundamente a decirme el valor, pero era suficiente con solo ver el enorme diamante para suponer que no había pagado cualquier cosa. Sabía que cada vez que decidiera tomar un baño refrescante en la alberca o sumergirme en las olas cuando fuera al mar tendría que quitármelo sino quería terminar en el fondo por culpa de aquella exorbitante piedra.

—No me gusta escatimar en gastos —respondió Mike y supe por su tono de voz que todo aquello no hacía mas que alimentar su ego.

Las cuatro personas que estaban con nosotros dejaron caer sus ojos siguiendo el recorrido que hizo mi mano al esconder el brazo cuando decidí que era tiempo de parar aquella observación. Mike me miró con incognita, pero yo solo sonreí aparentando indiferencia.

—Me contó Claude que después de la boda pensaban quedarse en la casa de Hurrington Hills —habló el hombre que acompañaba al más joven del grupo, parecía ser su hermano o algo así, pero eso no me importó en esos momentos, sino lo que había dicho. Fruncí el ceño y miré a Mike, que asintió en señal de respuesta.

—Mi padre decidió que ahora que iba a formar mi propia familia sería bueno hacerlo en un lugar especial —explicó.

—Tengo entendido que Hurrington Hills perteneció a tus bisabuelos, ¿no es asi? —repuso el cuarto hombre, un asiático que apenas si pronunciaba bien el idioma.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now