Vigésimocuarto

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Luego de la incómoda, pero fructífera charla con James, decidí dejar de holgazanear tanto e ir a FAMA.

Sí, tenía el día libre, pero preferí hacer presencia y adelantar un poco del trabajo que aún tenía pendiente. No me gustaba que se me acumularan las cosas.

La encantadora voz de Alex Turner, el vocalista de los Arctic Monkeys, se paseaba con familiaridad entre mis audífonos mientras terminaba de redactar la entrevista que le había hecho a los gemelos Larson, cantantes de una de las bandas de rock alternativo más famosas de los últimos meses.

Mis ojos se pasearon del documento que redactaba hacia el reloj de manera continua. Faltaba poco para terminar la jornada laboral y quería dejar finalizada la entrevista para descansar en casa como era debido. Estaba dispuesta a empezar el siguiente párrafo, cuando un ligero carraspeo se coló entre mis audífonos. Levanté la cabeza con rapidez, y encontrándome con la elegante figura de Jaqueline, quité el cable de mis oídos.

—¿Jaqueline? —repuse con sorpresa.

Una sonrisa se extendió con deleite por sus labios color rojo. 

—Eva, que gusto me da verte.

Tardé más de lo esperado en reaccionar ante su repentina visita, pero tan pronto lo hice, la invité a sentarse en una silla prestada del cubículo de mi vecino.

—¿Cómo estas? ¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Bien, no tengo porque quejarme. —Asintió encogiéndose de hombros—. Y pasaba a saludarte y a saber cómo ibas. Me enteré que todo fue muy bien en la fiscalía.

—Así es. Michael tendrá su castigo por lo que me hizo. —Un leve movimiento de su cabeza demostró su complacencia—. ¿Cómo te enteraste? —quise saber—. Que yo sepa ningún medio de comunicación lo sabe aún.

—Hablé con tus antiguos jefes en el noticiero, ellos me lo contaron.

—Entiendo —susurré, aunque en realidad no lo hacía. Por lo menos no del todo—. ¿Gracias por tu preocupación, supongo?

Jacqueline rio. —No agradezcas, no es nada. —Se enderezó, aún más si se podía, y ojeó a su alrededor—. Me da gusto ver que conseguiste trabajo —dijo finalmente al mirarme de nuevo.

—No es lo que me gustaría, pero es algo —asentí sonriendo mínimamente.

—Hablando de cosas que te gustan, es una de las razones por las que estoy aquí —dijo, y la miré con lograda confusión.

—¿Ah sí? —Asintió—. No entiendo —confesé.

Sonrió de nuevo. —Veras, a mis manos llegó información importante acerca de una pequeña empresa a las afueras de la ciudad —empezó a explicar—. La cuestión es que tan pronto leí el documento, pensé en ti. Estoy segura de que esa columna sería el regreso perfecto de Evangeline Dieppa a Humanidad.

—¿Quieres... que yo escriba la columna? —pregunté con estupefacción.

—Nadie mejor que tú para hacerlo, Eva —asintió.

—¡Vaya! —exclamé con sorpresa—. Creo que no me esperaba esto —repuse en medio de una risa nerviosa.

—Te dije que no pensaba dejarte ir —recordó—. Eres una excelente columnista, y mereces hacer lo que bien sabes y disfrutas. —Agradecí con una sonrisa—. Pero aún no me has dicho si aceptas.

—¡Eso no se pregunta! —Salté de mi lugar llamando la atención de varios de mis compañeros y sorprendiendo a Jaqueline. Me senté de nuevo riendo—. Lo siento, pero de verdad no deberías preguntarme eso. ¡Claro que quiero hacerlo!

La caída de EvaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ