Trigésimo Octavo

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Mis ojos permanecían clavados en la base del peón que tenía entre los dedos, aun sin poder creer que hubiera dejado pasar aquello. A esa persona.

—Eve, ¿estás bien?

La voz de mamá me sacó de la burbuja, y dejando de observar la figurilla, la miré a ella. Su expresión inquieta logró que, sabiendo toda la ira que empezaba a correr por mis venas, no estallara en esos momentos. Porque eso era lo que quería hacer. Estallar en alaridos de rabia.

Pero ya lo haría en otro momento.

—A mí no me suena nadie con esas iniciales —habló Clari—, a menos que conozcas a Maxine Goodman, que no lo creo —supuso, mencionando a la reconocida cantante inglesa.

Negué suavemente. —Ya sé de quién se trata —repuse.

Ambas se pusieron alertas. Clari acomodó sus codos sobre la mesa, mirándome curiosa, mientras mamá se sentaba en otro de los taburetes frente a mí. Bajé de nuevo los ojos, y con afán empecé a mover el peón de todas las formas posibles. Jalé, giré e intenté separar la base de su sitio sin lograr nada.

—¿Qué intentas hacer? —preguntó mamá.

—¿Por qué no nos dices quien es MG? —inquirió Clari.

Apreté los dientes con fuerza mientras intentaba girar la cabeza del peón y abrirlo, sin resultado alguno.

—Evangeline, ¡di algo! —exclamó Clarisse perdiendo la paciencia.

Le lancé una mirada furibunda, y estuve a punto de decirle que se callara, pero de nuevo me topé con el rostro intranquilo de mamá y eso me detuvo.

—Necesito abrir esto —farfullé.

Mamá enarcó una ceja. —¿Por qué?

—¿Cómo sabes que se abre? —dudó Clari.

—Simplemente lo sé. —Me encogí de hombros. Los ojos oscuros de mi amiga expresaron su incertidumbre. Suspiré—. Voy por un martillo —dispuse dejando el peón sobre la mesa y corriendo por la caja de herramientas.

Menos de un minuto después, regresé a la mesa para encontrarme con que la ficha estaba separada. La redonda cabeza del peón reposaba a un lado del resto, mientras que mamá y Clari observaban con fijeza el interior del cuerpo restante de la figura.

—¿Cómo lo abrieron? —pregunté sacándolas de su conversación acerca de lo que podía ser la misteriosa figurilla.

—Tu mamá lo hizo —apuró a decir Clari.

Mis ojos encontraron los de mamá. —Solo ejercí presión hacia arriba —respondió.

Bufé y dejando el martillo a un lado, me encorvé observando hacia el interior del peón. Sentí las miradas de las dos sobre mi rostro.

—¿Qué crees que sea? —habló Clari.

Mis ojos recorrieron con detenimiento la rejilla roja que cubría el interior hueco del peón, y sin pararme a decir nada más, extendí la mano hacia un lado.

—¡Dios! —exclamó mamá con sorpresa, y aun de reojo alcancé a ver el sobresalto de Clari al tiempo que el martillo hizo un ruido sordo al caer sobre la figura, destrozándola por completo.

Los pedazos de plástico blanco se esparcieron por la mesa al igual que la rejilla y un par de cables, pero lo que en realidad buscaba era el cuadrito que apareció en medio de los restos.

—Hija, no estoy entendiendo... ¿qué es eso? —señaló.

Tomándolo con cuidado entre los dedos índice y pulgar lo levanté, y buscando la mirada de Clarisse, supe que también ya se había dado cuenta.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now