Trigésimo Quinto

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Dejé caer la última revista sobre la pequeña mesa de centro, al tiempo que yo también me dejaba abrazar por el sofá con frustración.

Tan pronto Clarisse me había avisado acerca de la que parecía ser la noticia del momento, me dediqué lo que me quedaba de horario laboral a buscar en mi computadora, verificando qué tan cierto era aquello.

No era que no le creyera a Clari, sino que en general no me podía imaginar que aquello estuviera pasando. No hubo ni un solo blog o portal de internet referente a artistas que no tuviera ya la noticia, y la información se había expandido a las redes sociales, donde se había empezado a esparcir tal como lo hacía el agua derramada en el suelo.

Pero como si eso no fuera suficiente para creerlo, en el camino a casa me detuve en el primer puesto de revistas para comprar todas y cada una de las que se dedicaban a manejar el tema de farándula, y al llegar al apartamento me había enfocado en repasar cada página sin pensar siquiera en la cena. El hambre se desapareció por completo de mi organismo.

Diez.

Diez de once revistas de farándula habían publicado la noticia de James en la edición que acababa de salir aquella mañana, y tal como Clari lo había dicho, todas menos FAMA.

Mis ojos recorrieron una vez más la multitud de folios abiertos y desperdigados en la pequeña mesa, tratando de pensar cómo se había filtrado la noticia y cómo era que no había llegado a nadie en FAMA.

El dolor de cabeza que había pronosticado no tardó en llegar, y con un suspiro de cansancio dejé colgar la cabeza hacia atrás. El repentino e inesperado anuncio de la llegada de un mensaje al celular me hizo enderezar de golpe, causando un ligero dolor en el cuello. Aun masajeando mi nuca, revisé el mensaje. 

Era James.

Ya me voy a conectar, decía.

La brevedad del mensaje, sin un saludo o carita alguna, me dio a entender que seguramente James estaba enterado de la situación.

¿Y cómo no? ¡Si hasta en la televisión ya salía!

Cabeceé con molestia y pasando mis manos sobre la mesa, tiré todas las revistas liberando el computador que permanecía debajo. Lo abrí, y tal como James había dicho, la solicitud de la videollamada no tardó en llegar. La cámara se activó y pronto nuestros rostros aparecieron en la pantalla.

James lucía cansado, más que las otras veces que nos habíamos conectado, su cabello se veía desprolijo, y una mano reposaba cubriendo parte de su mandíbula. Me preocupó verlo así.

—Ya te enteraste —supuse.

—Sería imposible que no lo hubiera sabido ya. Todo el mundo lo sabe —respondió con sequedad.

—¿Cómo lo supiste? —quise saber.

Bufó. —De la peor forma que podría haber sido. Deborah lo supo primero y me armó un lio en pleno hospital. Si aquí nadie lo sabía, seguro se enteraron en ese momento —murmuró con ira contenida.

Mis cejas se enarcaron. —Lo siento, James. Con todo lo que está pasando con Ian...

—Ni me lo recuerdes —pidió—. Imagino que por allá la noticia esta por doquier —dijo.

Aunque me hubiera gustado que la respuesta fuera diferente, asentí. —No hay lugar en el que no hablen de ello. En todas las revistas de farándula esta —respondí—. Bueno, en todas menos en FAMA —corregí—. Si no hubiera sido por Clari, quizás me estaría enterando por ti —imaginé.

Su rostro reflejó confusión. —¿FAMA no la tenía? —repitió.

—No. Clari me reclamó, creyó que yo se lo había ocultado—expliqué—. Aunque en realidad sí se lo oculté —murmuré—. La cuestión es que quien la filtró, se la vendió a todos menos a nosotros. —James suspiró pesadamente, y lamenté no estar a su lado. Sabía que no era mucho lo que podía hacer, pero el tener la oportunidad de apretar su mano o darle un abrazo siempre mejoraba un poco la actitud, y ni eso podía hacer. De pronto me sentí inútil—. ¿Tienes alguna idea de cómo se pudo haber filtrado? —quise saber.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now