Vigésimo

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Como si un rayo me hubiera tocado, salté quedando de pie frente a él. Petrificada.

—¿De qué video hablas? —pregunté.

Si bien parecía obvio que solo se podía referir a cierto video en particular, tenía una inútil pizca de esperanza en que quizás no hablara de eso. 

¡Yo era una figura pública, podía ser cualquier video!

Eso era lo que pensaba, pero la manera en que creí verlo sonrojar en cuanto le hice pregunta y la pequeña expresión de vergüenza que cruzó su mirada me dio la respuesta.

Antes de que pudiera responder a mi pregunta, preferí intervenir. —Olvídalo, no quiero escuchar la respuesta...

—¿Entonces sí era eso? —quiso saber.

Bufé mientras me sentaba de nuevo en el sofá. —Sí.

Un incómodo silencio se adueñó de la sala. Por primera vez pasar un momento de silencio junto a James era incomodo, ¡y todo por Michael!

¡Maldito!

No podía creer que aquello estuviera pasando. Todo iba tan perfecto con James, cada vez que nos veíamos sentía que podía suceder algo bonito con él en cuanto una relación se refería, y entonces llegaba ese video para arruinarlo todo.

Cabeceé en negación, molesta por mi mala suerte, hasta que caí en cuenta de algo importante: James había visto el video.

Sí, ya sabía que eso precisamente era lo que me había dicho él mismo, pero por alguna razón el shock me había nublado el raciocinio y hasta ese momento empezaba a reconocer lo que aquello implicaba.

¿Hacia cuanto lo había visto?

¿Lo habría visto completo?

¿Y por qué no me lo había dicho?

Con celeridad giré hasta encontrarme con su rostro, y me sorprendió ver que, al parecer, él no había dejado de mirarme durante aquellos minutos.

—¿Cómo supiste del video?

—No soy muy de redes sociales, pero suelo visitarlas de vez en cuando. —Sus hombros subieron y bajaron en un suave movimiento—. Lo siento —dijo con sinceridad.

—¿Qué sientes?

—Dejé de verte en el noticiero del mediodía —explicó—, ¿perdiste tu trabajo?

Asentí. —Tuve que renunciar.

—Eso me parece injusto —repuso con expresión seria—, ese video no te quita lo profesional.

—Pero tampoco me deja plantada en muy buen sitio, que digamos —dije con ira contenida—. Lo más importante es la credibilidad del canal.

—¿Y acaso tu no importas? —cuestionó—. ¿Acaso tu dignidad no importa? ¿Tu derecho a tener un trabajo?

No pude evitar mirarlo con incredulidad. Aquella conversación no era lo que esperaba. 

¿Que qué esperaba? 

Que James me aturdiera a preguntas incomodas o que decidiera dejar nuestro encuentro hasta ese momento. 

Decidida a responder el resto de preguntas que me habían asaltado la cabeza minutos atrás, hablé.

—Es muy bonito todo lo que dices James, pero estoy segura de que sabes que el mundo funciona de manera irracional —repuse, él se dispuso a replicar, pero yo me adelanté—. ¿Hace cuánto lo viste?

La caída de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora