Trigésimo

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El mundo estaba lleno de personas que tenían la capacidad de cambiar el ambiente con su sola presencia, unos para bien, otros para mal. 

Michael pertenecía al segundo grupo.

La noche, que hasta el momento se había logrado colar entre la categoría de agradable, cambió por completo volviéndose incomoda.

No dejé que la directa mirada de Mike me fastidiara, sino que me crucé de brazos y levanté la barbilla. 

—¿De verdad te da gusto verme? —cuestioné, sonrió en medio de su asentimiento—. Pues yo no puedo decir lo mismo —repuse.

Mi comentario pareció no gustarle, pero lo omitió. —Y yo que creí que habías venido solo para verme.

—¿Perdón? —Fruncí el ceño—. Que yo sepa este tipo de eventos no son de tus predilectos... jamás me hubiera esperado encontrarte aquí —añadí, e intenté escudriñarle en búsqueda de algún gesto que delatara cualquier comportamiento raro en él. Solo se encogió de hombros.

—Los gustos cambian, Eve.

Sin poder evitarlo, mis ojos se abrieron con ligera sorpresa al escucharle decir aquello. 

¿Qué significaba eso? ¿Acaso el rumor era cierto?

El ligero carraspeo de una garganta a mis espaldas logró despabilarme y, recordando que no me encontraba sola, giré un poco invitando a James a ponerse a mi lado tomándole de la mano. Antes de que pudiera incluirlo en la conversación, Mike habló.

—¡Ah! Entonces es cierto —dijo cruzándose de brazos mientras miraba a mi acompañante—. Había escuchado que salías con alguien, pero no me esperaba que fuera —Recorrió de nuevo con sus ojos a James, y por la torcida sonrisa que se dibujó en sus labios supe que debía tener cuidado— un actor —completó.

Mis ojos se fijaron rápidamente en James, y me tranquilizó ver su expresión relajada, aunque atenta a los movimientos de Michael.

—¿Acaso tiene algo en contra de los actores? —preguntó James con interés.

—No, pero nunca imaginé que Eve se involucrara con alguno —confesó—. Hasta donde sabía, no era muy partidaria de relacionarse con estrellas —añadió con mal fingido tono de desdén.

Los ojos de James se entrecerraron con ligereza, sin dejar de mirar a Michael, y supe que aquel comentario no le había gustado mucho, así que intervine.

—Pues ya ves, quizás tampoco me conocías tan bien como creías. Al parecer estábamos en la misma situación —repuse.

La barbilla de Mike se levantó aún más si se podía, y se cruzó de brazos. —Si vamos a hablar de nosotros, ¿no crees que deberíamos hacerlo a solas?

—¿Y quién te dijo que quiero hablar contigo?

A pesar del obvio tono de desazón que le imprimí a mis palabras, él no se vio aludido y esbozó una ligera sonrisa. 

—Eve, sea lo que sea que haya sucedido entre nosotros, o de la forma en que haya terminado, tu y yo siempre vamos a tener esos tres años en común, te guste o no —dijo, su expresión me demostró cuan feliz le hacía decir aquello, y tuve que morderme la lengua para evitar responderle—. ¿Podemos hablar a solas? —volvió a proponer lanzándole una rápida mirada a James.

Aunque aquel no era mi plan, asentí. —James, ¿me disculpas un momento? No tardaré —repuse mirándole.

Los ojos color miel miraron de reojo a Mike antes de dirigirse de nuevo a mí. —¿Estás segura? —preguntó en un susurro. Asentí, y aunque supe por su postura tensa que no estaba de acuerdo, no alegó—. Estaré aquí —habló, y antes de encaminarse hacia una de las mesas, le lanzó una discreta, pero severa mirada a Michael.

La caída de EvaWhere stories live. Discover now