Duodécimo

21 2 0
                                    


Mi primera semana como reportera de estrellas en FAMA terminó sin mayor complicación. 

Aparte de la entrevista al actor del momento, me había tocado hacer unos reportajes a un par de cantantes, y a otros cuantos actores. También estuve en una cena de caridad en la fundación de una de las parejas más famosas del cine donde mi reportaje había sido para la televisión, tal como me lo había prometido Clarisse.

Aquella labor no era lo que más me gustara, pero por lo menos mantenía mi cabeza ocupada en algo que no fuera odiar a Michael. Aunque mi promesa de maldecirlo cada día por lo que me había hecho sí seguía en pie y se convirtió en ritual para mí.

En el transcurso de la semana, otra cosa más había sucedido: mi demanda en contra de Michael había llegado al juzgado y ya estaba en proceso. Eso estaba bien, ¿no?

Lástima que el daño ya estuviera hecho...

¡Maldito Michael!

Suspiré y terminé de apagar el computador mientras escuchaba las risas y murmullos de mis compañeros en los demás cubículos. La emoción de acabar la semana y el viernes era obvia, los planes de varios de los demás trabajadores tenían que ver con salir a bailar, o al karaoke, o simplemente a beber un rato... aun no tenía la suficiente confianza con ellos como para ser incluida en sus aventuras.

El sonido de la revista cayendo frente a mí me hizo bajar la mirada, y me encontré con unos ojos avellana y una perfecta sonrisa que contagiaba solo de verla.

—A los de arriba les ha gustado mucho lo que has hecho. 

La voz de Clarisse me hizo mirarla, y de nuevo a la revista. Era la edición de aniversario donde salía Palmer como invitado y la portada le mostraba con toda la galanura de la cual era parte el famoso actor.

—¿De verdad?

—Claro que sí. —Tomó una silla del cubículo seguido al mío y se sentó—. Dijeron que se notaba la experiencia que llevabas en redacción, y me pidieron que te diera más de ese tipo de entrevistas.

Me obligué a sonreír. —Que bueno.

Clarisse sonrió también. —A mí no me vengas con esas sonrisas ficticias que te conozco Eve —repuso sin dejar de sonreír, bufé y dejé caer mi cabeza sobre el escritorio—. ¡Por favor, Eve! No puede ser así de malo, ¿o sí?

Levanté mi rostro del teclado y cerré el computador. —Pues en realidad no, pero ya me conoces...

—Sí, ya sé que te es difícil conformarte —interrumpió—, pero ya te dije que tienes que dejar de lado por un momento esa inconformidad y adecuarte a lo que la vida te está haciendo pasar. Por supuesto, mientras hallas la manera de arreglar el desorden.

—Tienes razón —acepté.

Clarisse sonrió y abriendo su bolso sacó un pequeño sobre poniéndolo frente a mí. Fruncí el ceño.

—¿Qué es?

—Es la invitación a la fiesta de aniversario —avisó con emoción.

—¿Estoy invitada?

—¡Por supuesto! Todos los trabajadores de FAMA lo están.

—Pero yo empecé solo esta semana...

—¿Y? Eres trabajadora de FAMA —repuso con obviedad.

Tomé el sobre color rojo y lo abrí. Me salté toda la leyenda que relataba la manera en que FAMA había llegado a ser lo que era hasta donde estaba la información acerca de la recepción.

La caída de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora