Ijimebocchi no onigokko

46 4 1
                                    

Satsuki:

A lo lejos veo cómo Saku se retira con Miyuki, Akane toma su bicicleta y rápidamente se va, Zero camina con lentitud hacia su casa y Hayate se queda en la biblioteca.

Mi sombra es lo único que me acompaña camino a casa, siento una gran tranquilidad, pero a la vez me aterra tanta paz, así que comienzo a caminar más rápido.

Llego a casa y me encuentro con lo de siempre: silencio absoluto. No me molesta, pues desde que soy pequeño nadie está para recibirme en casa, por ello a veces prefiero pasar las tardes con Saku, o cualquier otra cosa.

Mi estómago comienza a hacer ruidos, así que voy camino hacia la cocina para ver qué desastre voy a hacer intentando preparar comida. Encuentro un poco de arroz al abrir el refrigerador, sonrío feliz porque así ya no tendré que hacer mucho esfuerzo. Alcanzo un pequeño bowl para colocarlo después de calentarlo, y cerca de ahí del mueble donde tomé el recipiente, hay una foto mía junto con Saku cuando acabábamos de ingresar a la escuela media superior.

Tomo la fotografía entre mis manos y me siento a esperar hasta que el arroz esté a la temperatura que quiero. Observo a detalle su rostro sonriente, junto con el mío. Estamos frente al instituto con el uniforme nuevo, mis ojos comienzan a ponerse llorosos de felicidad, quién diría que después de tantos años él sigue conmigo apoyándome en mis desórdenes.

Todo luce bien, incluso con entusiasmo voy hacia mi habitación para buscar más fotografías que guardé en una pequeña caja debajo de mi cama, pero justo al abrirla mi sonrisa se borra y me quedo estático observando la foto de mi padre, no recordaba que estuviera ahí. Sólo recordaba la última vez que lo vi.

Creí que el jardín de niños iba a ser una de las mejores épocas que pudiera recordar cuando fuera adulto. Parecía que mi padre y mi madre podían afrontar la vida junto conmigo a pesar de la baja economía que poseíamos. 

Cuando llegué a revolver con curiosidad entre las cosas de mi madre encontré las cartas que se dedicaron con mucho amor, se por ello que se fugaron de casa desde muy jóvenes cuando estaban enamorados. Parecían la pareja perfecta por las fotografías que pude encontrar y deseaba que cuando yo fuera grande pudiera encontrar tal amor tan cálido.

Sin embargo cuando comencé a asistir al jardín de niños las cosas fueron de mal a peor. Ellos no me explicaban nada pero escuchaba cómo por las noches se gritaban y se culpaban el uno a otro, yo pretendía estar dormido y al día siguiente sólo quedaban rastros de mis lágrimas en mi almohada. A veces mi padre se iba a mitad de la noche para no volver hasta el siguiente día, mi madre sólo me contestaba que era porque estaba trabajando muy duro.

Nunca la vi llorar directamente, sólo se encerraba en su habitación y poco a poco dejaron de prestarme atención, hacía lo que podía yo solo, y de vez en cuando me las arreglaba para sacarle una sonrisa.

Sí, el último día que vi a mi padre fue una de esas pocas veces que no se desapareció por la madrugada, se ofreció a llevarme al instituto y yo con mucha felicidad tomé su mano para que me guíe todo el tiempo. En el camino iba contando los gatos que veía, los charcos que pisaba y los autos de color azul que veía.

Llegamos a la entrada, y yo no me quería despedir, deseaba pasar el resto del día con él, así que lo abracé fuertemente, pero no se podía, entonces me miró a los ojos y me dijo "Cuando sea la hora de salida, vendré por ti y jugaremos en el parque". Yo asentí con una gran sonrisa y velozmente me dirigí hacia mi salón de clases, donde me encontré con Isao, quien fue mi mejor amigo en ese entonces.

Ese día pintamos con los dedos, cuidé una planta y jugué con Isao, la profesora me regañó porque le había pintado un gato en su mejilla con la pintura negra, porque tuvo miedo de que fuera dañina para su piel.

ゴシップ (Gossip)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant