Tras escuchar en el silencioso instituto el desgarrador grito de una chica, cinco jóvenes se reúnen para averiguar qué es lo que sucede; sin embargo, jamás se esperaban que esto sería el inicio de un infierno constante.
https://youtu.be/1pHIKXf8xks
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Ritsu: Estudiante de enfermería promedio.
Edad: 19.
Grupo: L-2
Tipo de sangre: O.
Con apariencia cansada la mayor parte del tiempo, Ritsu estudia enfermería por las mañanas. Por las tardes tiene un día ajetreado en el negocio familiar (carnicería).
Sus compañeros aseguran que no suele hablar de su vida personal con ellos, sumado a ello el horario escolar tan apretado con el laboral no le permite conversar mucho con sus pocos amigos, si así se le pudieran decir.
No parece requerir atención mental.
Ritsu:
El sonido del tren avanzando era relajante. Las personas del otro lado de la ventana observaban con miedo mi rostro lleno de ojeras y una expresión fría. Poco a poco la gente se fue reduciendo hasta que no podía ver nada más que ciudad, posteriormente solo veía pasto, árboles y bella naturaleza.
Estaba en el último vagón, escoltado por unos diez guardias que no me dejaban de vigilar ni un segundo, sin embargo, eso no los libra de tenerme miedo. Muevo un poco la cabeza, la mano o mis piernas e inmediatamente se ponen atentos con las piernas temblando temerosos de que les haga algo, yo me río por lo bajo.
-¿A dónde vamos? -Pregunto impaciente, pero no recibo ninguna respuesta, todos están concentrados con la vista hacia enfrente, me veían de reojo para no incomodarme o para que yo no me de cuenta de ello, sin embargo, todo su esfuerzo es en vano. -¿Al menos es un lugar bonito? -Una vez más sin respuesta alguna, sólo se escucha el sonido de las vías y el tren avanzando contra el viento.
Me cruzo de brazos un poco decepcionado de todo este silencio, sin embargo no lo cambiaría por el silencio al que estaba acostumbrado. Impaciente muevo mi pierna de arriba hacia abajo. Una persona se levanta de su asiento y con serenidad se dirige hacia mí, sosteniendo un pequeño vaso en su mano derecha y con la izquierda en guardia cerca de su arma.
-Toma esto, por favor. -Una vez frente a mi, me entrega aquel diminuto vaso con algunos medicamentos de diferentes formas, tamaños y colores, yo lo miro mal.
-No quiero. -Con una expresión molesta lo veo a los ojos, él se queda en silencio unos segundos y suspira pesado.
-Hazlo. -Su expresión de paz cambia a una de enojo.
-No. -Me niego una vez mas, y como consecuencia su arma de electrochoque termina descargándose en mi abdomen, dejándome paralizado con un dolor inimaginable. A la fuerza coloca las pastillas en mi boca y ya no me puedo negar.
Los medicamentos pasan por mi garganta, uno tras otro. Zolpidem, Lorazepam, Diazepam y otros más, que lejos de ayudarme sólo me dejarán en un estado casi inconsciente. Sé que no servirán de mucho, pues yo mismo los he administrado.
