Capítulo 9 | Mentira piadosa

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Sentir a Kayler besarme es como sentir que volvía a vivir, como sentirme viva otra vez; es como sentir que una parte de mi —esa que me faltaba— volvía conmigo. Era todo lo que necesitaba. Mi corazón lo sentía. Pero no era correcto.

A  cómo pude lo quité de mi.

—No vuelvas a besarme —le dije. Su mirada dudó— tú y yo ya no somos novios —di media vuelta y, cuando quería avanzar, él me lo impidió.

—¿De qué mierda hablas? Eres mía, Carolina —me dice.

—Puede que sí, que sea tu mate y todo eso, pero eso no significa que tenga que estar contigo siempre. Kayler, después de cómo me dejaste sola cuando más te necesitaba yo... no creo volver a estar contigo. Nunca —me zafé de su agarre— por favor, entiéndelo y déjame hacer mi vida con quien yo quiera.

Me dolía estar diciendo estas palabras. Me pesaba porque ¡yo no quería! Lo que quería era estar con él y ya, pero mi orgullo era más grande. Y creo que esta vez tengo razón.

—No digas eso, Carolina —se acerca. Yo me alejo— no supe cómo actuar, después de ver esas fotos yo —se toma del pelo— es duro recordarlo. Entiéndeme.

—Yo lo sé muy bien porque yo lo viví —iba a decir algo más pero no lo hice— me tengo que ir. Adiós—me di la vuelta y caminé. Escuché que dijo mi nombre pero no le hice caso.

Inconscientemente puse mi mano en mis labios, en donde hace un minuto estaban los de Kayler. Quizás ese beso era como una despedida. Dolía aceptarlo pero era la realidad. Cuando llegué a mi casa, me encerré en mi habitación y lloré.

Odiaba a Kayler por echarme a perder la terapia.



Una alarma molesta suena desde mi celular; saco la mano y la apago. Me remuevo entre las sábanas y bostezo con pereza. Es súper temprano. En el reloj de mesa marcan las 8:30 am. A las 9 me tocaba ir a mi primer día de trabajo y no me sentía nerviosa para nada.

Me levanto y me meto a bañar. A mi mente vienen los recuerdos con Kayler ayer, su beso, sus palabras. Saber que estoy dispuesta a olvidarlo es difícil para mi. Pero no quiero. No puedo. Todavía lo amo.

Cuando salgo del baño envuelta en la toalla busco mi ropa para ponerme. Elijo unos jeans negros y flojos, una camisa pequeña de tirantes color rosa pastel y unos tenis negros, los usaba para correr por las mañanas. Me peine en una cola alta y maquillé un poco. Algo natural. Tomo mi bolso y bajo.

—¿Ya te vas? Si quieres puedo llevarte... —me dice mamá; estaba en la encimera de la cocina tomando su café.

Pensé que se había ido temprano a trabajar.

—¿Aún sigues aquí?

—No, soy la hermana gemela de tú madre.

Claro. Se contagió del sarcasmo.

Rodé los ojos y me senté.

—Pensé que te habías ido a trabajar.

—Y yo pensé que necesitarías un aventón —me dice sonriendo.

¿Acaso no me creyó lo que le dije ayer? Muy claro le dije que Gadreel me llevaría, pero parece que no creyó la mentira.

—Má, te dije que Gadreel me llevaría.

—Querida —se levanta y pone la taza en la mesa— no conozco a ningún Gadreel, así que por favor hazme caso y vámonos que de paso quiero conocer al que va a ser tu jefe.

—¿Para eso vas? ¿Por qué quieres conocer a mi jefe? Es casi de mi edad, madre —me pongo de pie también.

Mamá se dirige a la puerta así que la sigo.

—No me pongas peros que soy tú madre, ademas, tengo derecho a saber en donde va a trabajar mi hija. Cuando tengas hijos entenderás, Carolina Massiel —sale.

—¡Mamá! —reproché— ya no soy una niña para que me vayas a dejar a mis trabajos como si fuera una niña pequeña ¡déjame crecer!

Afuera estaba medio soleado.

—Deja el berrinche, quieres que no te trate como niña chiquita y te comportas como una. No te entiendo de verdad.

Iba a decir algo pero en eso noté que un auto negro se aproximaba. Sonreí de oreja a oreja al notar quien era: Gadreel.

—¿Ves? ¿Ves, mamá? Te dije que Gadreel me llevaría. Es que tú nunca me crees. —me crucé de brazos indignada.

Del coche salió Gadreel, llevaba puestos unos pantalones negros, camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra. Nunca le veo nada diferente a este chico. Con mi primer sueldo le regalare camisetas de colores aunque sea.

—¡Gadreel! Al fin llegas, ¿le podrías decir a mi mamá que me iré contigo? —me posicioné a la par de él.

—Señora Lane, mucho gusto —Gadreel le tiende la mano, mi mamá se la da y el chico le da un beso en ella. Rodé los ojos.

—Así que Gadreel, que lindo eres. No eres de por aquí, ¿cierto?

—No, soy de... otro lado —le sonrió.

—Si, es obvio, ya te hubiera visto desde hace mucho. Discúlpame pero Carolina me ha mentido tantas veces que no creí que tuviera un nuevo amigo que la llevaría y traería del trabajo —ironizó.

—No se preocupe, ahora ya sabe que yo me encargaré de su hija. La cuidaré—no podría describirles el tono en que Gadreel le hablaba a mi mamá, era casi como buen chico pero a la vez medio presumido con algo de manipulación. Si, eso era.

—Bueno, si es así yo te encargo a mi hija, por favor no te separes de ella en ningún momento. No ha andado bien de ánimos los últimos meses y le caerá bien distraerse y tu compañía.

—Estoy muy de acuerdo.

—Bueno, yo me voy porque estoy yendo tarde al trabajo —se monta en el auto— Te cuidas, Caro —arranca y se va al fin.

—¡Bueno! —me puse frente a él— esa era mi madre, ¿nos vamos? —iba a pasar a la par suya para llegar al auto pero antes me detuvo.

—Shttt, espera, espera, tu me debes una —me toma de la cintura. Intento zafarme— te salvé de tu madre.

—Bueno, pero nadie te lo pidió —al fin me zafé—¿cuánto quieres por la mentira? —quise saber, sacando los pocos dólares que tenía en mi bolsillo trasero.

Se rió.

—¿Qué? Carolina, el dinero me sobra —fachentea—lo que quiero es otra cosa.

Lo miré sin entender.

—¿Qué quieres? Dímelo sin rodeos. —guardé otra vez los cuarenta dólares en mi bolsillo trasero. Me servirán para un taxi a la venida.

Se acerca.

—Lo que quiero, Carolina —muy cerca— es a ti.

Me reí.

—Estás loquito, en serio.

—Es lo que quiero —sonrió de lado.

Iba a responder pero el sonido de otro auto acercándose nos interrumpió. Los dos miramos en la dirección en que venía. Mi corazón empezó a latir más rápido al notar quien era.

¿Qué hace Kayler aquí?

Alejándome del lobo ✔️Kde žijí příběhy. Začni objevovat