Capítulo 12 | Sentimientos que no se pueden ocultar

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Mientras estaba en mi casa, yendo de un extremo de la sala al otro, no dejaba de pensar en Kayler o en Rafael. Necesitaba saber. Era más de media noche, las 2:30 am para ser exactos. No había dormido nada en todo este trayecto. Mamá ya estaba dormida, por suerte no notó que había venido en el coche de Kayler sino me hubiera bombardeado con sus preguntas.

Tenía puesto un short de pijama, una camisa de tirantes y mis calcetines. Iba descalza y mi pelo estaba amarrado en un moño desarreglado. Me sentía inquieta y desesperada por saber de él. No estoy diciendo que Rafael no sé merezca sea lo que sea que le haya hecho Kayler, sino que no apruebo la violencia. Kayler puede ser muy violento cuando se enoja y no puede medir el tamaño de su fuerza o enojo en el momento.

Si tan solo supiera en donde estarían desde hace rato hubiera salido para allá. Me resigné de esperarlo, por más que necesitaba respuestas él no venía. Suspiré profundo y empecé a subir las escaleras con mucha pesadez; me sentía impotente. A pesar de que sabía que no dormiría nada al menos intentaría recostarme un rato.

Cuando llego a mi habitación y cierro la puerta detrás de mí, una voz a mis espaldas me hace saltar del susto.

—Carolina.

Volteo a ver al susodicho llevándome una mano al pecho, pero respiro con tranquilidad al notar de quien se trataba.

—Kayler —por un momento hice el amago de abrazarlo pero me detuve justo a tiempo. Y él lo notó.

Kayler venía con pantalones y tenis. No usaba camisa. Tenía algunos rasguños en su abdomen y unos moretes en la cara. Sangre. También tenía su labio partido.

—¿Qué pasó con Rafael? —quise saber.

—¿No preguntarás como estoy yo? —se hace el ofendido mientras da un paso más cerca de mi.

—Lo siento. ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? ¿Dónde está Rafael?

—Tranquila, relájate, estás muy alterada —me toma de los brazos y me hace sentarme en el borde de la cama. Él se sienta a la par mía.

—Pero es que no me dices nada...

—Ese imbecil tuvo lo que se merece —explica— jamás en la vida volverá a ponerte un dedo encima. Si tan solo hubiera sabido ese día lo que estaba pasando... —se pasa las manos por el pelo— no lo hubiera permitido ¡joder! No hubiera pasado esto.

Se estaba empezando a alterar.

—Kayler —lo tomo de la mano— Tranquilízate —él me mira— eso ya pasó. Ahora todo está bien —intento calmarlo.

Su mirada se suaviza.

—Es que solo me pongo a pensar en ese imbecil haciéndote... —aprieta la mandíbula.

—Ya está —me pongo de pie— tengo en el baño algo para curarte esas heridas. Iré por el botiquín —me dirijo al baño y tomo el botiquín. Suerte que no tuve que buscarlo. Cuando regreso donde Kayler él sigue en la misma posición de antes. Me pongo de rodillas frente a él, abro el botiquín y empiezo a buscar cosas para curarlo.

—Perdóname —me dice. Siento un vuelco en mi pecho cuando dice eso de la nada.

—Está bien —le doy una mirada rápida.

Perdonar es algo demasiado delicado y no me engañaré a mi misma, aún me duele y es difícil perdonar pero... el hecho de que el sepa la verdad no cambia que no confió en mi. Y eso me duele mas.

—Significa que no me perdonas —vuelve a decir, esta vez con la voz apagada.

No lo miré. Solo no quería que hablara de eso porque no me sentía cómoda haciéndolo.

Alejándome del lobo ✔️Where stories live. Discover now