Capítulo 3: La hija de la empleada

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- ¿Sabías que eras lesbiana cuando tenías doce años?

Amelia se echó a reir.

- No sabía ni lo que significaba eso, solo sabía que no me gustaban los chicos.

- ¿Ya te habías enamorado de ella entonces? Amelia asintió.

- Aunque, no estoy muy segura de que fuera consciente. Yo solo era la amiga que tenía que esconderse de todo el mundo. Eso volvía loca a su madre. Siempre hizo hasta lo imposible por separarnos.

- ¿No le caías bien?

- No es eso. Siempre fue amable conmigo. Pero la amistad que Luisita y yo teníamos... ella hubiera querido que la tuviera con alguna otra chica del club de campo. Se aseguraba de que Luisita pasara mucho tiempo allí. Clases de tenis, de natación, de equitación. Baile... todo lo que no me involucrara.

- Pero al final del día, Luisita llegaba a casa, contigo - dijo Ana con una sonrisa - Estoy segura de que eso preocupaba a su madre.

- Luisita nunca mejoró con las mates, así que intente ser su tutora. Pero no podíamos dejar que su madre se enterara. La primera vez que nos pillo, yo tenía trece años.

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Flashback

- Te lo juro por lo que quieras, es que no tiene sentido para mí Amelia, ¿por qué tienen que ser tan difíciles?

- No es difícil. Sólo no lo entiendes. Pronto pasaras a bachillerato. Se volverá mucho más complicado.

Estaban sentadas con las piernas cruzadas en el suelo de la sala de estudio de Luisita.

La rubia se dejó caer dramáticamente, cubriendo sus ojos con su brazo derecho.

-¿Bachiller? No puedo hacer operaciones matemáticas básicas y ¿me hablas de bachiller?

Los ojos de Amelia siguieron el largo de su cuerpo, aterrizando en su expuesta axila. Sonrió diabólicamente, luego atacó, haciéndole cosquillas sin piedad.

Luisita se retorció, riendo mientras intentaba alejar las manos de Amelia.

- ¡Para! ¡Me vengaré, Amelia Ledesma!

- Bah, promesas, promesas - dijo cediendo a sus suplicas.

Luisita sonrió.

- Odio que hagas eso.

- ¿Ah, sí? ¿Entonces, por qué sonríes?

Luisita se sentó de nuevo, sin dejar de sonreír mientras la miraba.

- No lo sé, me haces feliz.

A Amelia le inundaba una sensación extraña en la boca del estómago cuando Luisita la miraba de esa manera.

Asintió con la cabeza.

- Tu también me haces feliz, Luisi.

El silencio perduró mientras se miraron la una a la otra. Hasta que finalmente, Amelia apartó la mirada y volvió a coger los deberes de Luisita. Estaba a punto de avanzar a otro problema cuando la puerta de la habitación de Luisita se abrió. Unos segundos más tarde, la señora Gómez, se apoyaba sobre el lateral de la puerta de la sala de estudio.

- Chicas, ¿qué estáis haciendo?

Amelia miró el suelo, sin hablar. La Sra. Gómez le imponía. Pero las palabras de Luisita le hicieron levantar la cabeza.

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now