Capítulo 24: Visitas inesperadas

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Luisita estaba de pie en su nueva cocina, su mirada fija en la reluciente agua de la piscina, más allá del patio. El sol de aquella tarde se filtraba entre los árboles, bailando a través de las cortinas. A pesar de que seguía intentando salir de bajo de la sombra de sus padres y su apellido, estaba agradecida de tener a su padre a su lado. En menos de cuatro semanas, la casa era suya.

Deseaba que Amelia estuviese allí compartiendo ese momento con ella, pero se había ido durante la última semana a atender una de sus tiendas.

Aunque ambas no habían pasado ni un segundo a solas desde la cena que tuvieron en el mexicano, se habían visto muy a menudo.

Luisita visitaba a Devoción con frecuencia e incluso la había llevado a la nueva tienda para que viera como iba la construcción. Pero ahora que había cerrado el acuerdo por la casa, ahora que podía mudarse a ella definitivamente, deseaba más que nada en este mundo que la morena estuviese allí.

- No pasa nada - murmuró en voz alta.

Samuel volvería a casa al día siguiente. Le pediría que fuera con Devoción y con ella a comprar cosas. La mujer se había ofrecido. Se negaba a contratar a alguien para que lo hiciese por ella. Quería hacer de su casa un hogar, no un escaparate.

Su propia madre le había llamado exactamente tres veces desde lo del divorcio. Las tres conversaciones habían aumentado la dureza por momentos hasta que finalmente la rubia se cansaba y acababa colgando. ¿Infantil? sí, pero no podía seguir soportando los intentos de su madre por hacerle sentir remordimientos por su decisión. Quería seguir adelante con su vida y si eso significaba huir de su madre, eso iba a hacer.

Cuando escuchó el sonido de una puerta de un coche cerrándose, se giró y camino hacía el garaje que había dejado abierto. Supuso que la agente de bienes se habría olvidado de algo. Se sorprendió al encontrarse a su madre allí.

- ¿Así que esto es a lo que te has rebajado? Esta casa... ni siquiera es lo suficientemente grande como para considerarla dependencias del servicio.

Luisita la miró con incredulidad y luego se echó a reír al darse cuenta de que lo decía enserio.

- ¿De verdad? ¿De verdad acabas de decir eso?

- Has dejado tu elegante... hogar, el cual está en uno de los vecindarios más prestigiosos de todo Zaragoza... ¿por esto?

- En primer lugar, sí, es prestigioso. Pero, ¿elegante? Y mucho menos diría que es un hogar. Esto... - dijo señalando sus alrededores - Se convertirá en un hogar. Y en cuanto a prestigio... - sonrió - ¿No querrás decir pretencioso?

- Veo que todavía no has recuperado la cordura - dijo con su habitual aire de superioridad.

- Sí, sí que la he recuperado. Por eso voy a dejar a Sebastián - se dio la vuelta para volver al interior de la casa - Has venido a ver la casa, ¿no? ¿O solo quieres menospreciarme?

- Soy tu madre. Creo que debo saber donde vas a vivir - enderezó los hombros - Es una vergüenza para la familia, vas a arruinar nuestro nombre.

Luisita se mordió el labio inferior, negándose a ceder a la culpa con la que su madre solía convencerla de todo.

- Te enseñaré la casa rápidamente, si quieres. Pero no quiero, ni necesito, ninguna sugerencia por tu parte. Esta será mi casa. No la tuya.

- Sé lo que estás insinuando, Luisa. Tu padre dice que me he metido demasiado en tu vida. Pero ambas sabemos que eso no tiene ningún sentido. Yo solo he...

- Oh, por favor, mamá - dijo, dándose cuenta de que no seguía teniéndole miedo - Has controlado mi vida desde siempre. Es tu culpa que vaya a divorciarme - dijo encantada al ver como su madre perdía el aliento.

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now