Capítulo 20: Punto de rotura

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Luisita jugueteó con el teléfono, girándolo entre sus manos con nerviosismo. Samuel y ella hablaban todos los días, por lo general por la tarde. Pero Sebastián había vuelto de su viaje de negocios y estaba programado que estaría en casa unos días antes de ir a reunirse con su jefe de campaña y el personal. Rodó sus ojos ante aquel pensamiento, todavía no estaba segura del por qué, o en qué momento se había obsesionado tanto con la política.

En cualquier caso, quería hablar con él esa noche. Habían pasado tres días desde que ella y Amelia habían hablado y le había contado su intención de separarse de su marido. Definitivamente, Sebastián se iba a volver loco cuando lo supiera. Su incredulidad pronto se transformaría en ira. No porque su matrimonio llegara a su fin, eso había terminado ya hace mucho, sino porque aquella situación le haría parecer débil, o peor aún, le perjudicaría. Su felicidad no le importaba lo más mínimo. Sólo el poder. Sólo su carrera.

Miró el teléfono y sin pensarlo más marcó el número de hijo. Tenía que contárselo antes de hacer nada. Respondió rápidamente, sonando sin aliento.

- Hola mamá - le saludó.

- Hola cariño, ¿te pillo mal?

- No. Iba corriendo hacía la biblioteca.

- Ah, ¿quieres decir que de verdad tienes que estudiar? - bromeó.

- Casí. Voy a dar clases particulares.

Luisita sacudió su cabeza y sonrió.

- ¿Cómo puedes estar dando clases ya? Si acabas de empezar.

- Mamá... ya sabes como es - dijo vagamente.

- ¿No te resulta raro? - supuso ella.

Lo escuchó respirar profundamente antes de hablar.

- Tengo que hablar contigo de algo - dijo sorprendiéndola.

- Claro ¿qué pasa?

Sólo hubo una ligera vacilación.

- Odio este lugar - dijo en voz baja - Tenías razón. Les permití que me presionaran con esto. No quiero ser el próximo gran cirujano - dijo con seguridad.

- ¿Y ya te has dado cuenta de eso? Llevas poco tiempo - dijo ella.

- Sí, lo sé.

Hizo una pausa, escogiendo sus palabras cuidadosamente.

- Cariño, ¿es por tu edad? - preguntó - Quiero decir, ¿te sientes incómodo?

Samuel se echó a reír.

- Ya me he acostumbrado a ser el más pequeño de mi promoción, mamá. Además, hay una chica aquí, tiene dieciséis años, así que no soy el único bicho raro.

- ¡Samuel Fernández!

- Lo siento, lo siento - se rió.

Luisita intentó borrar la sonrisa de su rostro.

- Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer?

- Bueno, siempre me ha interesado bastante la astrofísica. Más concretamente, la ingeniería astronáutica - afirmó.

- En español, ¿qué significa eso?

Él se echó a reír.

- Quiero construir naves espaciales.

- Ah, bueno, estupendo.

- Quiero decir, con mis habilidades en mates, creo que debería de buscar algo así como la mecánica cuántica o la relatividad. Creo que me gustaría empezar con la astrofísica. Pero, también me gustaría estar más centrado en el espacio - dijo con evidente entusiasmo en su voz, algo que nunca había escuchado antes cuando intentaban decidir a que universidad de medicina llevarlo.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora