Capítulo 17: Un acto de valentía

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Luisita abrió los ojos perdiendo la esperanza de que el sueño llegara rápidamente esta vez. Sebastián estaba acostado a su lado, de cara a la pared opuesta. Se preguntaba por qué todavía se molestaban en compartir cama. Samuel se había ido. Era la única razón por la que seguían fingiendo que su matrimonio era... normal.

Se mordió el labio. Aunque Samuel ya sabía la verdad. Sospechaba desde hacía tiempo que sus padres no eran felices. Pero ella, igual que Sebastián, fingían que no sabían nada. Era más fácil eso que enfrentarse a la realidad.

Rodó su cabeza levemente, mirando la espalda de su marido. No recordaba la última vez que se habían acostado. Demasiados años. Siempre había sido capaz de hacerlo mecánicamente, de desconectar la mente de su cuerpo. Pero por alguna razón, la última vez no pudo. Lloró histéricamente. No pudo parar y eso asustó a morir a su marido. Pero como todo en su vida, en su matrimonio, no lo hablaron. Asumía que Sebastián ahora tenía a alguien, ambos fingían que todo era maravilloso para el mundo exterior, la hija perfecta, la esposa perfecta, la madre perfecta.

Seguían compartiendo cama. Seguía siendo su mujer. Seguía siendo tan infeliz como lo había sido desde hacía dieciséis años. Desde el día de su boda. Y a pesar de que Samuel le había dicho que podía hacer lo necesario para ser feliz, estaba completamente aterrorizada.

Aterrorizada de tomar una decisión. Porque eso era una cosa que nunca se le había permitido. Todas y cada una de las decisiones a lo largo de su vida las había tomado su madre, incluso años después de casarse. Más tarde fueron cosa de Sebastián. Nunca de ella. ¿Sabía que era culpa suya? Por supuesto. Nunca había sido capaz de enfrentarse a su madre por dominarla de aquel modo. Nunca había aprendido a decir que no. Al crecer, estaba tan condicionada por los deseos de su madre, que no se daba cuenta de lo que realmente estaba pasando. La única parte de su vida que no controló jamás fue ella. Amelia. Los momentos con la morena eran algo mágico, como un bálsamo para su dolorida alma. Pero eran tan escasos... aun así, fueron los momentos más felices de toda su vida.

Estos últimos quince años, apenas se habían visto la una a la otra. Mucho menos hablado, pero las pocas ocasiones que tenían le recordaron una y otra vez lo vacía que estaba su vida. Incluso cuando se peleaban, incluso cuando Amelia le suplicó no volver a verla jamás. Seguían siendo momentos preciosos. Bien cuando se robaban besos desesperados o bien cuando la morena le rompía el corazón. Amelia era alguien a quien quería mucho, alguien que siempre iba a querer. Pero también era alguien que nunca podría tener.

Ahora volvían a estar en el punto de partida. Amelia había vuelto. Habían sido capaces de hablar la una con la otra de una manera normal. Se había sentido tan bien como cuando estaba hablando con Devoción. Los Ledesma la habían acogido en su familia y estaba feliz de poder compartir algunos momentos con ellos. Pero Amelia también pertenecía a ella, era alguien que le afectaba de un modo inimaginable. Como siempre.

Ella había vuelto.

¿Cómo iban a lidiar con ello? ¿Podrían volver a construir su amistad? ¿Podrían estar a solas y no querer... arrancarse la ropa la una a la otra?

Respiró profundamente al recordarlo. Siempre había sido así. Intenso, abrasador. Su atracción más grande que cualquier otra cosa que pudiese controlar.

Volvió su mirada de nuevo hacía la forma dormida de Sebastián, preguntándose si sería tan infeliz como ella. O incluso si le importaba. La separación y el divorcio probablemente no estuvieran entre sus planes. Con sus aspiraciones políticas a punto de ponerse en marcha, iba a postularse para el senado, no podría permitirse ese cambio tan radical.

Cerró los ojos.

¿Se atrevería a hablarlo con él? Podía imaginarse su reacción. Y la de su madre. Si les decía que quería el divorcio todos estarían sorprendidos. No porque no estuviera feliz, sino porque hubiera sido capaz de decir en alto lo que verdaderamente quería por primera vez en su vida. ¿Sería lo suficientemente fuerte? ¿Podría luchar contra él y contra su madre? Los dos se le echarían al cuello, lo sabía. Estaría manchando el nombre de los Gómez y Fernández por ello.

Sabía que la única persona en la que confiaba para hablarlo era Amelia. Pero ¿Sería justo hacerla pasar por esto? Ya le había hecho mucho daño toda su vida. Si quería dejar a Sebastián tenía que ser por ella misma, por nadie más.

Pero sería tan bueno poder tener a alguien en quien apoyarse...

¿Amelia sería capaz de hacerlo por ella?

¿Sería su amiga de nuevo?

¿Podría?

Suspiró.

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Como es cortito, más tarde subo uno más 😉

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now