Capítulo 14: Cambios

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Luisita abrazó a Samuel con fuerza. Lo iba a echar de menos.

- Mamá, no me voy a la otra punta del mundo - le recordó.

- Pero voy a echarte de menos - dijo - Eres... bueno, eres todo lo que tengo.

Sus ojos marrones la estudiaron por un momento, entonces cogió su mano y la llevó hasta el sofá.

- Tenemos que hablar - dijo el chico.

Luisita puso los ojos en blanco.

- Yo soy aquí la madre - le recordó - Tu tienes quince años.

- Sí, pero soy el más maduro - dijo - No tengo por qué ir, lo sabes.

- Sam, es la mejor universidad de Medicina del país. Claro que tienes que ir.

Él inclinó la cabeza hacia la suya, sus ojos vigilantes estudiando cuidadosamente su expresión.

- ¿Has estado casada con papá todos estos años solo por mí?

La pregunta la cogió por sorpresa. Había jugado a aquel juego tanto tiempo, que pensó que era bastante buena en ello. ¿Había podido ver lo que pasaba a través de sus barreras?

- ¿Por qué me preguntas eso? Tu padre y yo...

- No sois felices. O al menos tú no lo eres.

Se puso de pie dándole la espalda. No estaba preparada para responder a sus preguntas, no estaba preparada para que viera la verdad en sus ojos.

- Sam, el coche está ahí fuera esperándote. Este no es el momento...

- Mamá, es el jet privado del abuelo. Creo que puedo llegar un poco tarde - se acercó a ella y le dió la vuelta - Esto es importante. Me voy. No estaré contigo para cuidarte.

Luisita le sonrió. Había crecido tanto, y sin embargo seguía siendo un niño. A veces deseaba que fuera un niño como todos los demás, pero era egoísta pensar eso. Tenía un don y nunca se había avergonzado de ello. Le acarició el pelo moreno, apartándoselo de la frente.

- Te quiero, ¿lo sabes?

Él asintió con la cabeza.

- Y yo a ti. Pero por eso te digo, que quiero que seas feliz.

- Oh, Sam, no es tan fácil. Cuando tenía tu edad, no había opciones para mí. Tu abuela me organizó toda la vida - lo miro a los ojos, esperando que lo comprendiera - Eso incluye con quién debía salir, a dónde iría a la universidad, y en definitiva, con quién me casaría. Ser feliz no era parte de la ecuación. No quiero eso para ti. Quiero que tomes tus propias decisiones y hagas lo que quieras que te haga feliz.

- ¿Quieres decir ir a la universidad de medicina?

Ella asintió con la cabeza.

- Sé que tu padre, tus abuelos, todos te empujaron por ese camino. Sé de primera mano lo buenos que son en intentar convencerte de lo que tienes que hacer. Pero quiero que hagas lo que tu quieras. Sin presiones externas.

- ¿Cómo tu las tienes?

Luisita sonrió con tristeza.

- Sí. Tengo remordimientos. Muchos. Pero ya es tarde para mí. Tu tienes el mundo frente a ti. No dejes que te influyan.

- Mamá, solo tienes treinta y ocho años. Aún podrías...

- Sólo tengo treinta y siete, listillo - le corrigió con una sonrisa - Todavía me faltan unos meses para llegar ahí, muchas gracias.

- Lo siento - dijo con una sonrisa - Lo que quiero decir, es que no es tarde. Si quieres hacer cambios, bueno, no hay problemas conmigo - dijo mientras su joven rostro se ruborizaba - Con papá, quiero decir.

Luisita le dio un abrazo y luego lo soltó.

- Gracias. Pero no es tan fácil.

Samuel se aclaró la garganta ligeramente.

- La señorita Devoción dice que nunca te había visto tan feliz como cuando eras pequeña y tú y Amelia siempre estabais juntas. Dice que tus ojos brillaban. Y entonces te fuiste a estudiar y... bueno - la miro con tristeza - Nunca he visto ese brillo en ti, mamá.

- Cariño - susurró abrazándolo de nuevo - Es... complicado.

Sí, todo lo relacionado con Amelia era complicado. No la había visto en cinco años. Sabía por su madre que iba a volver a la ciudad el próximo mes. Iban a abrir otra tienda. Sabía que Devoción estaba orgullosa del éxito que habían cosechado sus hijos, con razón, pero intuía que la mujer estaba más feliz por el hecho de que los tendría en casa durante más tiempo. Sabía que gran parte de eso era culpa suya. Tal vez esa era una de las razones por las que siempre había sentido la necesidad de cuidar de Devoción. Era la persona que hubiera deseado tener como madre. Y sabía a ciencia cierta que Samuel estaba mucho más unido a ella que a su propia abuela. Devoción era cálida y atenta. Dos cosas notoriamente ausentes en la personalidad de su madre.

Sin embargo, Amelia iba a volver a Zaragoza. Seguramente, se encontrarían en algún momento. ¿Sería tan raro como lo había sido hasta ahora? ¿Acabarían cayendo a la tentación? ¿Se atreverían a estar solas? ¿Seguiría estando allí la chispa después de haber pasado otros cinco años separadas?

Una parte de ella esperaba que todavía estuviera, que todavía ardiera la llama con fuerza. Pero otra parte estaba completamente aterrorizada.

Con Samuel lejos, su vida se encontraba en una encrucijada.

¿Se atrevería a hacer cambios?

¿Sería lo suficientemente valiente como para enfrentar a su madre? ¿A Sebastián?

¿Sería capaz de ser feliz?

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now