Capítulo 7: Fuego

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- Qué juguetona era - dijo Marina- ¿Cómo pudiste soportarlo?

Amelia apartó el plato del postre a un lado y se frotó el estómago.

- Ahora si que reviento, no se si llegaré a casa.

- No te vemos lo suficiente - dijo Marina mientras traía la jarra de café hacia la mesa - ¿Estabas muy enamorada de ella, verdad?

Amelia sonrió.

- Creo que me enamoré de ella a los diez años.

-¿Crees que te manipulaba? - preguntó Ana en su modo de psicóloga.

- No. Créeme, estaba dispuesta a todo.

- Y sin embargo, ella era la que tomaba el control siempre.

- Te aseguro, querida, Dra. López, que el hecho de que estaba haciendo todo eso con mi mejor amiga...o por sus ordenes según tú... desde que tenía catorce años, nunca ha dejado ninguna cicatriz en mí. Ni una sola vez pensé que me manipulaba. Luisita estaba tan apegada emocionalmente a mí como yo lo estaba de ella - se detuvo - La diferencia en esta historia está en que yo sí podía aceptar que era lesbiana. Ella no. Ella estaba destinada no sólo a salir de vez en cuando con Sebastián, sino a casarse con él.

- ¿Y lo aceptaste? ¿Tan fácil?

Amelia agitó la cucharilla dentro de la taza de café, pensando en aquellos tiempos.

- Sí, lo acepté. No había otra opción. Su madre le había organizado la vida que debía tener. Luisita no tenía nada que decir o hacer. Creo que por eso su tiempo conmigo era tan valioso para ella - dijo - Era la única cosa que hacía por decisión propia, lo único que no controlaba su madre.

- Pero entonces, más adelante, dejasteis de veros tanto, ¿no? - pregunto Marina curiosa.

- Más o menos, sobre todo cuando llegamos al instituto. Luisita tenía muchas cosas que hacer, teníamos suerte si podíamos vernos una vez por semana. Incluso entonces, no siempre lo hacíamos a solas. Mi madre siempre estaba por allí, y si su madre estaba cerca no nos atrevíamos a ir a su habitación - Amelia sonrió - Se volvía un juego peligroso estar solas, éramos como un puto volcán a punto de explotar.

- ¿Y tú? - preguntó Ana - ¿Tenías amigas? ¿Algo que hacer después de las clases?

- Claro, tuve bastantes amigos. Quiero decir, no estaba ciega en cuanto a lo que pasaba. Sabía que Luisita y yo no teníamos ningún futuro. Sabía cuál era mi papel en su vida. Hacía las cosas normales que hacía todo el mundo. Iba al cine, a cenar por ahí, tocaba la guitarra a veces para distraerme...

- ¿Y nadie sabía nada de vosotras?

- No, todo el mundo sabía que vivía en su casa porque mi madre trabajaba ahí, eso es todo - Amelia se encogió de hombros - Nunca le conté a nadie nada sobre ella.

- Así que, ¿cuándo llevasteis las cosas al siguiente nivel? - preguntó de nuevo Marina - Puesto que ya no tenías tiempo de estar juntas, digo.

Amelia tomó un sorbo de su café, sonriendo levemente al recordar la primera vez que había tocado a Luisita, la primera vez que hizo que se corriera.

- Fue un domingo. Sus padres se fueron con unos amigos y tuvimos toda la tarde para nosotras. Tenía dieciséis años.

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Flashback

Amelia se quedó de pie fuera de la puerta de Luisita intentando calmarse. Estaba nerviosa como nunca. Habían pasado dos semanas desde que la rubia y ella habían pasado tiempo a solas, aunque sólo fueran unos minutos. No mucho, pero el suficiente como para besarse y tocarse por encima de la ropa. Ya no había timidez en ninguno de sus toques. Y hoy tendrían horas por delante. Amelia temblaba ante la idea.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora