Capítulo 32: Charlas necesarias

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Amelia ya le había dado la noticia a Nacho y ahora estaban esperando a que el doctor terminara. María y los niños se habían quedado en casa, pero Luisita había querido ir con ellos, por lo que la había seguido en su coche.

Se sentó junto a la morena, retorciéndose las manos con nerviosismo. Amelia se las cogió parando aquel gesto, sonriéndole levemente.

- Lo siento mucho - dijo la rubia en voz baja.

Amelia se acercó más hacia ella.

- ¿Estás más preocupada por lo que el médico vaya a decir o por si descubre lo que hicimos anoche? - se rió en voz baja mientras un rubor cubría el rostro de la rubia.

- Teniendo en cuenta que ninguna de las dos parece haber dormido, no creo que le resulte muy difícil adivinarlo.

La mirada de Amelia se posó en la boca de Luisita, sus labios todavía seguían hinchados. Levantó la vista y sus ojos se encontraron, de pronto deseó estar en cualquier otro lugar menos en la sala de espera de aquel hospital.

Deseaba tirar el tiempo atrás y volver a la ducha, donde la rubia la había empotrado contra la pared, llevándola al orgasmo de una manera tan rápida que parecía un vago recuerdo. Luisita sonrió y asintió, reconociendo la dirección de sus pensamientos.

- ¿Familia Ledesma?

Todos se giraron y la enfermera les hizo señas con la mano.

- Podéis pasar a verla. El médico volverá en seguida para hablar con vosotros.

- Gracias - dijo Amelia dejando que Nacho y Luisita se le adelantaran.

Su madre, afortunadamente, parecía descansada. La morena se inclinó y besó su mejilla, notando que su madre ya había cogido la mano de la rubia.

- Me siento mucho mejor - dijo ella - No quiero que nadie me diga nada.

- Mamá... ya sabemos lo del cáncer - dijo Nacho.

Su madre movió los ojos hacia Luisita y sonrió.

- Tenía la esperanza de que se lo contases - dijo pasando su mirada entre Luisita y Amelia - ¿Sería inapropiado por mi parte, decir que las dos estáis radiantes esta mañana?

La morena se sonrojó de pies a cabeza.

- ¿En serio mamá? ¿En serio? ¿Ahora?

Nacho se rió.

- Por eso tienes esas ojeras.

Amelia miró impotente a Luisita, pero esta simplemente se rió y le apretó la mano a su madre.

- Seguí tu consejo - dijo la rubia.

- ¿Podemos hablar sobre tu salud? - dijo Amelia ruborizada.

La sonrisa de su madre se desvaneció.

- No hay nada más que discutir. Conozco mis opciones.

- ¿Dónde... dónde es ahora?

- En el pecho otra vez. Creo que ahora seguiré con la cirugía - su madre apartó la mirada de todo el mundo - Debería de haberlo hecho antes, supongo, pero perder un pecho... bueno, no estaba lista en esa época.

- No pasa nada, ¿pero tienes que hacer quimio igual? - preguntó ella.

- El médico dice que tienen que ver cuan invasivo es. Eso lo determinara todo - su madre se acostó de nuevo sobre la almohada - La idea de volver a pasar por la quimio... no se si voy a poder con ello.

- Pero...

- No. Estoy cansada de pensar en ello. Vamos a ir pasito a pasito, ¿vale? - tomó una respiración profunda - Ahora, vamos a hablar de otra cosa - se giró hacia la rubia - ¿Tu hijo viene este fin de semana?

Siempre fuiste túWhere stories live. Discover now