Capítulo 4: Dos mundos diferentes

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- Ya está, ya está, abre tu la otra botella de vino - sugirió.

Ana se inclinó sobre la estufa, inspeccionando la enorme cacerola de lasaña.

- Huele que alimenta, ¿cuánto tiempo le queda?

- Cuando esté estará amiga - dijo Amelia palmeando la mano que la gallega acercaba sigilosamente - Epa, conoces las reglas.

- Si yo supiera cocinar, no podría seguir todas esas reglas estúpidas - dijo riendo finalmente.

Cuando estuvo listo, entrelazó su brazo izquierdo con el de Amelia mientras volvían afuera hacia el patio. Marina ya había servido la comida en sus platos.

- Quiero saber más cosas sobre Luisita y tú - dijo Marina mientras cogía la botella de cerveza que había dejado Amelia en la mesa para cenar - Entonces, ¿dices que te enamoraste de ella a los trece años y ni siquiera eras consciente de ello?

- Fue en ese momento cuando empece a sospechar cosas - dijo con una sonrisa - El nudo en mi estómago solo se formaba cuando estaba cerca de ella. Nunca con otra persona. La sola idea de ser lesbiana por aquel entonces me aterrorizaba.

- Has dicho que siempre habías tenido una buena relación con tu madre... Hablaste con ella sobre eso, ¿verdad?

- ¿Me tomas el pelo? Como iba a hablar de eso con mi madre - le respondió Amelia con una sonrisa - Como iba a decirle algo que no entendía ni yo misma - tomó un bocado de la ensalada y miro a Marina - Esta buenísimo.

- Gracias - Marina levantó las cejas - Y si no lo hablaste con tu madre... ¿lo hablaste con Luisita?

- Que va, y ella tampoco hablo de eso conmigo.

- Ah. Así que las dos os sentíais de esa manera y lo mantuvisteis en secreto. Sí, muy lógico la verdad - dijo Ana en tono irónico.

- Simplemente, no hablábamos de ello. Nunca lo comentábamos.

Marina se inclino hacia delante y sonrió maliciosamente.

- ¿La besaste?

Amelia sonrió de vuelta.

- Tenía catorce años.

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Flashback

- No quiero salir con Sebastián - Luisita se quejó mientras ordenaban su ropa - ¿Por qué me obliga mi madre?

- Tu misma dijiste cuando empezaste la secundaría que pronto empezarías a salir con él... o con quién fuera - le recordó Amelia.

- Ni siquiera me gusta - dijo mientras arrojaba otra blusa sobre la cama - ¿Te gusta esta? - preguntó sosteniéndola sobre su pecho.

- Sí, hace que tus ojos sobresalgan.

Luisita la miró durante un momento, con la cabeza inclinada. Volvió a dejar la blusa sobre la cama con las demás prendas y se acercó a Amelia lentamente.

- Va a querer besarme.

Amelia asintió. A pesar de que no tenía ni idea de quien era ese tal Sebastián Fernández, además de ser el chico que la madre de Luisita había elegido supuestamente para ella hacía años. Aún así sintió una punzada de celos.

Luisita cogió su mano y entrelazó sus dedos entre sí. Era algo que hacían a menudo... cogerse de las manos. Algunas veces, era algo casual cuando tenía que guiarla hacia algún sitio. Otras veces, lo hacían mientras se miraban la una a la otra, sus dedos moviéndose con suavidad contra la piel de la otra, tocándose, memorizándose. Esos eran los momentos que Amelia más disfrutaba en su día. Ahora, el pulgar de Luisita estaba deslizándose por el dorso de su mano y la morena tragó nerviosamente.

Siempre fuiste túTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon