Capitulo XXVIII

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Asher

Creí que al irme a descansar la molestia se me bajaría, «qué equivocado estaba». No he hecho más que preguntarme el por qué le defiende tanto, ¿por qué no votó para que se largara? ¿le gusta? La simple pregunta me provoca nauseas. ¿Cómo le podría gustar un tipo como él? Tan.. Simple. Puedo entender el que le guste Ponce, total, no está tan mal. Aunque ese me jode más, no se quien de los dos me molesta más.

Ni siquiera ha venido ha hablar conmigo como siempre lo hace, ¿se enojó? Me cubro el rostro con la almohada estresado, «podría decirle todo y ver si está interesada en mí» Descarto el plan de inmediato, se va a alejar de mí.

Me levanto y me dirijo al baño para bañarme con agua fría y ordenar mis ideas, con un peor carácter que el de costumbre, y mientras más recuerdo la pelea que tuve con mis hermanos más me cabreo, si ellos supieran mis razones me apoyarían. Además, ¿Por qué el imbécil de Emilio no me apoyó esta vez? ¿Está de acuerdo con esa relación?

Eso me cabrea más, eso es considerado traición.

«Podría destituir al imbécil de Russoi de sus labores y conseguir a otro líder de ese clan» Pero para eso necesito la aprobación de la mayoría, y ya ha sido comprobado que no me la querrán dar.

Trago saliva mientras me termino de arreglar, esa fuerte presión en el pecho no me ha abandonado, mi subconsciente quiere tomarla y confesarle todo, pero mi parte pensante sabe que eso sería una reverenda estupidez.

«¿Y si le gusta tanto que ha dormido con él?» El pensamiento me provoca una desesperación inmediata, haciéndome salir de mi habitación rumbo a la del imbécil ese. No lo encuentro, pero a ella tampoco, ¿eso es bueno, verdad?

— Eres extraño Caver, luces cabreado, ¿todo bien? —me pregunta a mis espaldas Ethan Lennox, el líder del cártel de Estados Unidos.

— ¿Has visto al imbécil de Russoi? —pregunto y no controlo el tono de voz.

— No, ¿por qué? ¿Pasó algo? —pregunta con el ceño fruncido. «A este que le importa»

— No —dejo saber, dejándolo solo para dirigirme al comedor. «Bingo» Los dos están sentados desayunando muy relajadamente, entro como si no hubiese hecho nada ayer, y finjo prepararme una taza de café. Por normas, y como soy su superior, ellos están obligados a saludarme primero.

— Asher, ¿linda mañana, no? —dice el imbécil de Keiser con una fingida amabilidad. Asiento no muy interesado en entablar una conversación, lo único que me interesa es saber si este imbécil ha dormido con Leila.

— ¿Qué tal las habitaciones? —pregunto fingiendo cortesía por ser anfitrión, si les gustaron o no, me importa una mierda.

— Son, como decimos en mi país, perfetti —contesta el italiano que me hastía con solo hablar.

— Las camas son grandes —aseguro, pareciendo estúpido—. No tanto como la de mis hermanos, pero grandes igual.

— Joder, si las nuestras de por si ya son grandes, no quiero imaginar el tamaño de la de tus hermanos —asegura Franchesco.

— ¿No las has visto? —pregunto desinteresado, como me diga que sí, es porque ha entrado a la habitación de Leila, no tengo dudas.

— No —contesta confuso haciéndome sonreír para mis adentros pero un estruendo en la puerta interrumpe nuestra no interesante plática.

— ¿A que aquí están los mejores capos de este mundo? Hacia falta yo, joder —alega el imbécil de Seung sentándose también en la mesa—. Aunque preferiría desayunar con una de tus hermanas Asher, a decir verdad.

Un dulce peligroOnde histórias criam vida. Descubra agora