Capitulo XXXVI

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ROSTOV DEL DON

RUSIA

Eleanor Smirnova


Sus tacones resuenan por todo el pasillo, es tan descarada que nos hace esperar a todos, siendo nosotros quienes tendríamos que hacerla esperar a ella. Al ingresar ni siquiera pide disculpas, únicamente toma asiento en la cabeza de la mesa, frente a mi madre.

Ocupando el lugar de mi padre, pero claramente no le importa.

Su cabello lacio cobrizo y sus ojos verdes tan oscuros como un pantano por la noche, son lo único que la hacen parecida a mi. Pues yo no haría el daño que ella le provoca a mi familia.

Por muy disfuncional que sea.

Como familia estamos obligados a este almuerzo, cada dos semanas, para hablar sobre cosas que nos competen como mafia, no como familia.

No somos una familia.

Ella no es mi hermana, aun cuando compartimos la misma sangre, dejó de serlo hace mucho para mí.

Mis primos, mis tíos, mi madre, mis abuelos, mis hermanos y Edurne.. Todos estamos reunidos hoy, ninguno ha faltado.

Prefiero dedicarme a comer antes que ver las miradas de superioridad que Edurne nos lanza a todos, creyéndose mejor que cualquier ser de este mundo.

— ¿No hace falta ninguno, verdad? —pregunta mi madre, es un milagro que pueda hablar y caminar, Adrien Cambar, si, Cambar, porque ya todos aquí sabemos su identidad, intentó asesinarla junto con mi padre hace varios años atrás, pero no se percató que mi madre aún respiraba. La hemos mantenido en la sombra porque esto es una ventaja en contra de esas escorias que se hacen llamar líderes de la mafia.

— Mi oso —se queja Eros, mi hermano más pequeño, de tan solo seis años. Antes de morir, mi padre se encargó de crio preservar sus espermatozoides, para que mi madre pudiera seguir teniendo hijos aunque él estuviese muerto, con sangre 100% pura de un Smirnova.

— No estamos para estupideces niñato —se queja mi tía Elsa, tomando de su copa de vino.

Eros no responde, es normal que se le trate así, aquí a todos nos tratan así, sin importar la edad que tengas y él tiene que acostumbrarse a eso para poder ser un Smirnova real.

No basta únicamente con el apellido, ser un Smirnova va mucho más allá de eso.

— ¿Podrías dejar de fumar en pleno almuerzo? —se queja Edurne en dirección a Erick, mi otro hermano de 23 años.

Yo soy la mayor, con 25 años, aunque claramente eso no importa aquí.

— Sí te vas, dejo de hacerlo, me conformaría con dejar de verte la cara —contesta Erick con la simpatía que lo caracteriza.

— No me trates como a una igua..

Erick la interrumpe—. Madre, ¿Podrías decirle a esta ramera que el que ella dé la cara por la familia no la vuelve la líder de esta mafia?

Tiene razón, a Edurne muchas veces se le olvida, creyéndose la única y completa líder de la mafia rusa. Los líderes somos toda la familia, pero quien da las órdenes es mi madre, así que sus aires de superioridad son en vano.

— Erick tiene razón Edurne, no me hagas perder la paciencia y desconfiar de ti otra vez —alega mi madre siendo la pelirroja imponente que la caracteriza.

Un dulce peligroWhere stories live. Discover now