Capitulo XXXIV

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CENTRO DEL MAR ARÁBIGO.

A 5000 KILÓMETROS DEL PUERTO MAS CERCANO.

Desconocido

El piso de oro fundido, los pedestales de mármol, los acabados de lujo y las esculturas de oro por las que probablemente me darían una millonada por un gramo, no son lo que llaman mi atención cada que piso este lugar.

Tampoco el que los escoltas tengan la cabeza gacha todo el tiempo como si de un ser supremo se tratara.

O el silencio sepulcral que demuestra el que esté gran lugar, no es más que propiedad de un hombre vacío, poderoso y solitario.

Lo que siempre llama mi atención, es la arquitectura de este lugar, el propietario es mucho más poderoso y adinerado que la misma corona inglesa, y aún así, este lugar no está construido con la forma de una mansión. Este lugar ha sido construido con la forma de una fortaleza, de un castillo del tamaño del Vaticano.

Mis pasos resuenan por los pasillos hasta que llego al salón donde mi jefe se encuentra siempre. No me equivoco, el gran ventanal y los rayos del sol resaltan su silueta, se ubica de espaldas mientras toma un trago del licor que siempre bebe «seguro es whisky, ama el whisky» con la mirada perdida en el vacío.

Es un hombre alto, muy alto, de piel clara pero casi morena, cabello castaño sin ninguna cana, y es que a este hombre la vejez probablemente le llegue tarde, y ojos verde menta irresistibles para muchas mujeres, un rastro de barba se extiende por todo su rostro y una cantidad mínima de tatuajes en sus brazos que representan todo lo que ha perdido y todo lo que ha pasado para lograr estar donde está. Tiene un porte misterioso, serio y poderoso. Muy pocas personas lo conocen, pero quienes lo han visto en persona reconocen que es mucho más atractivo que el intento de narcotraficante de Adrien Cambar.

Un hombre de unos 44 años que es mucho más poderoso que cualquier mafioso en este mundo, siendo el dueño de toda propiedad en Dubai, Arabia Saudita, Egipto, Qatar, Israel, países del Medio Oriente y África Norte. Es como el rey de todas estas tierras, siendo que el pueblo lo venera, lo admira y lo respeta como a un verdadero gobernante.

Es un hombre propietario de una dinastía y un imperio muy poderoso, si no es que el más poderoso.

— ¿Tienes lo que te he pedido? —pregunta con su temible voz luego de haber bebido un trago de su bebida, aún sin verme, tiene el don de saber cuando alguien está cerca de él sin tener que voltear a verle.

— Lo tengo todo, hay nuevas noticias mi señor —confirmo acercándome a la mesa para dejar las once fotos en ella. Él solo se acerca haciendo resonar sus pasos en el suelo con la mirada sombría.

Nunca lo he visto sonreír, ni siquiera su esposa lo logra. Siempre tiene ese aire solitario y la mirada perdida, aunque comprendo que eso se debe a todo lo que ha tenido que perder.

— Te faltan dos fotos.

Saco las fotos restantes, y es que no he tomado solo dos, he tomado demasiadas en diferentes días y diferentes ángulos, suponiendo que eso lo haría feliz, aunque sea internamente.

— ¿Por quién quiere empezar, mi señor?

— Sabes por quienes —murmura tomando las últimas fotos de las dos chicas, distrayéndose con ellas.

— Clara y Leila Camba..

Me interrumpe—. No les digas ese apellido de mierda, ellas no pertenecen a esa familia, lo sabes —alega con un tono recriminante tomando asiento frente a la mesa.

Un dulce peligroWhere stories live. Discover now