Capitulo XLII

270 17 1
                                    

NUEVA YORK

ESTADOS UNIDOS

Rodrigo Escalada Larsson 

Secretario de Seguridad de U. S. A.


No hay nada más humillante que tener al enemigo frente a ti y no darte cuenta. Yo lo sabía, siempre lo supe, había algo mal con esa familia, pero como siempre, dejé de ponerle atención a mi intuición para encajar con los demás.

Porque todo aquel que tuviera un vínculo con la ley adoraba a la familia Cambar.

Una vez más, queda demostrado que en este mundo importa mucho tu físico, porque por ser atractivos nadie dudo de ellos.

No lucían como un peligro.

Lo acepto, son atractivos, atrayentes.. todos lo son, incluso Leila y Clara tienen algo que las hace encajar perfectamente con esa familia.

Son un peligro hechizante, porque hasta el imbécil de Ponce no pudo evitar caer en las redes de Leila.

Es guapa, muy atractiva, con curvas de espanto, cabellera impecable, ojos claros de color menta y una sonrisa que te deja loco en un segundo.

Solo con verla sonreír sabes que caíste en su hechizo, y eso no fue ignorado por mi, aunque yo no caí en su hechizo, yo.. Fingí caer. «Si, claro»

Pero es una narcotraficante, y en cuanto conoces eso de ella, toda belleza queda opacada.

Porque no es más que una vil criminal, una asesina, una secuestradora, una narcotraficante, una mafiosa. Una asquerosa narcotraficante.

Y eso si omitimos todo lo jodida que está su familia biológica. En cuanto la tuve en las instalaciones de la DEA no pude capturarla, ya que los errores de sus antepasados no son de ella, pero ahora que sé que es peor que todos ellos juntos, a la primera que quiero ver entre rejas es a ella.

El siguiente es Asher Cambar, un malnacido el cual me ha confirmado que tiene todo que ver con la muerte de mi primo. Podrá ser muy líder de la mafia, pero yo soy el Secretario de Seguridad y tengo todo el poder para condenarlo a pena de muerte en cuanto lo tenga entre rejas.

Es lo menos que merece ese criminal.

No digamos Emilio Cambar fingiendo dignidad frente a mi teniendo los cojones para retarme cuando lo encontré en Corea.

A los demás no los conozco, pero muero por hacerlo, porque sé que son iguales o peores a sus hermanos. Se que merecen la cárcel tanto como los otros.

— ¿Los tuvo frente a usted, tenía ventaja de hombres sobre ellos, siendo ellos once y ustedes muchos más, tenía tanques de guerra, helicópteros, a toda entidad policial existente de su lado, y me está diciendo que se le escaparon? —me pregunta el presidente haciéndome sentir imbécil. Me ha citado a su sala de reuniones luego de enterarse de lo sucedido.

No me ha citado solo a mí, Ponce, el jefe de la Interpol, la jefa de la CIA, el jefe del FBI, y todos los demás también están aquí, pero toda la mañana la ha agarrado contra mí.

Como si fuera toda mi culpa.

Es un hombre joven, con el cabello castaño, ojos ámbar, un pequeño rastro de barba, y cuerpo atlético. Siempre luce de traje, la gente dice que ha ganado el puesto de la presidencia por su atractivo, y a veces creo que tienen razón.

— Han llamado a Annika Haraldsen para que llegara a rescatarlos —murmuro, y se que es una respuesta deficiente, no tengo donde meter la cara de la vergüenza, es un error vergonzoso el que hemos cometido teniendo toda la ventaja contra esos infelices.

Un dulce peligroWhere stories live. Discover now